martes, 31 de enero de 2012

Delia Pons: Una jueza cómplice de la dictadura que murió impune (como tantos otros)

María Felicitas Elías
María Felicitas Elías, asistente social. 
Las complicidades de la jueza Pons

 Por Alejandra Dandan

El juzgado civil de Marta Pons en la dictadura. Una conversación con Ramón Camps. El momento en el que la jueza rompe el documento de un bebé de nueve meses con síndrome de down buscado por Abuelas de Plaza de Mayo. La orden de internar a los hermanos Ramírez en el Hogar Belén porque eran hijos de “un montonero que traicionó la Constitución argentina”. Esos fueron algunos pasajes que describió en el juicio por el plan sistemático de robo de bebés María Felicitas Elías, la asistente social que trabajó en el juzgado de la ya muerta jueza Pons durante la dictadura.

Alguna vez, después de la visita al juzgado de Chicha Mariani y Estela de Carlotto, María Felicitas escuchó una conversación entre su entonces jefa y el jefe de la Policía Bonaerense, Ramón Camps. “Estuvieron las viejas”, le dijo. Eran principios de los ’80. “Les dije que no tengo ningún chico de los que buscan.”

Las abuelas dejaron carpetas con datos y fotos de chicos, entre ellos Emiliano Ginés, el bebé de nueve meses con síndrome de down que llegó al juzgado en los brazos de un policía bonaerense con el documento colgado en el pecho. “La jueza sale de su oficina en ese instante, yo estaba ahí –dijo María Felicitas–. Rompió el documento y lo tiró al tacho de basura.” El bebé fue internado en el hospital Sor María Ludovica, donde falleció meses después.

Otro caso en el que Elías tuvo intervención directa fue el de los tres hermanos Ramírez, derivados al juzgado luego de que los militares ametrallaron a su madre y detuvieron al padre. “Los pedía una tía paterna, la visité y redacté un informe a favor de darle la guarda, pero la jueza me llamó a su despacho y me dijo que no era lo que esperaba, que eran hijos de un paraguayo montonero que había desafiado la Constitución Nacional y no merecía recuperarlos”, recordó. Los niños recién pudieron reunirse con su padre en Suecia en democracia.

Los jueces preguntaron por otros jueces de menores, entre ellos el actual integrante del Tribunal Oral Federal 3º, Guillermo Gordo, ex yerno de Pons y quien como presidente del TOF 5 absolvió a tres de los cinco acusados en el juicio de jefes de áreas. “Trabajaba con nosotros, primero fue oficial mayor, luego secretario y el papá de Guillermo era general.” También nombró a “Raúl Donadio, actual juez de Menores”.

“Los juzgados de Menores de la época no tenían alzada –explicó–: una decisión del juez definía el futuro de los niños hasta la mayoría de edad, era un modo de intervención perverso.”

La jueza Pons se jubiló en 1984 y murió en 1994. Hacia el final del período de trabajo, a Elías le tocó intervenir en la adopción que hizo, en democracia, Magnetto. “Dijeron que él y su esposa un domingo por la mañana estaban circulando por la avenida Pavón y, en un semáforo, una mujer les golpeó el vidrio y les entregó una bebé.”

Declaración del nieto Ezequiel Rochistein Tauro

“Venir acá para mí fue liberador”

A mediados de diciembre pidió la rectificación del documento de identidad y ayer se presentó ante el tribunal con sus verdaderos apellidos. Dijo que saber quién era “fue como sacarme varias mochilas de encima”.

 Por Alejandra Dandan

La presidenta del Tribunal Oral Federal 6 preguntó los datos de protocolo. Esas respuestas no suelen ser, sin embargo, nada sencillas cuando la silla de los testigos la ocupa alguno de los hijos de los desaparecidos, apropiados por la dictadura y reaparecidos. María del Carmen Roqueta le hizo a Ezequiel las preguntas de siempre. “¿Nombre?”, dijo. Y él respondió medio en broma, medio en serio: “¿El actual? ¿O el que tenía?”. Y siguió: “Soy Ezequiel Rochistein Tauro y anteriormente era Vázquez Sarmiento”. Cuando la pregunta fue sobre su fecha de nacimiento, Ezequiel entonces dijo: “El 1º de noviembre de 1977, creo”.

Ezequiel está casado, es abogado, aunque durante un tiempo estudió Economía, como lo había hecho su padre biológico. Es hijo de María Graciela Tauro y del “Hippie” Jorge Daniel Rochistein, dos militantes de Montoneros desaparecidos el 15 de mayo de 1977. Ezequiel nació en la ESMA. Su historia se conoció en septiembre de 2010, cuando después de diez años de intentos, la Justicia terminó de confirmar los datos de su filiación. El no quiso hacerse el ADN cuando se lo ofreció la jueza María Servini de Cubría y luego Rodolfo Canicoba Corral. Ezequiel, para entonces, era abogado civil de la Fuerza Aérea, el arma de su apropiador. Después de idas y vueltas, Canicoba ordenó un allanamiento en su casa. Se llevaron ropa que era de un amigo. Al final, terminó entregando prendas más personales, obligado, en el despacho del juez. Recién ahora, a mediados de diciembre, pidió la rectificación del documento de identidad.

Ayer, en la sala de audiencias del juicio por el plan sistemático de robo de bebés, habló corto. Y poco. Apretado. Cuando le preguntaron qué significó después de todo para él saber quién era, dijo: “Fue como sacarme varias mochilas de encima; la verdad, es complicado, pensás que sos una persona, pero sin embargo sabés que te tira para otro lado. Yo lo estoy procesando. Pero la verdad es que fue liberador”.

Casi al final de la audiencia, Roqueta volvió sobre el asunto. “¿Estaba muy enojado usted con todo eso?”, le preguntó. Pero él dijo que no. Que no era enojo lo que sentía. “No dar sangre era por la imputación del delito que podían hacerle a mi mamá (de crianza). Eso me motivó a estar así, después hubo un click, después de tener un hijo uno se da cuenta y se pregunta qué hubiese hecho en esa misma situación. Uno va elaborando y poniéndose del otro lado. Pero enojado no, nunca estuve enojado.” Y al final, entonces, antes de levantarse de la silla, también él volvió a ese punto: “Venir acá –explicó– para mí fue liberador”.

A la ESMA

María Graciela estaba embarazada de cuatro meses y medio cuando la secuestraron. La levantaron con el Hippie en la zona de Hurlingham. Los llevaron a la Comisaría 3ª de Castelar. A ella la vieron en la Mansión Seré y más tarde, para el alumbramiento, en la ESMA. El apropiador de Ezequiel fue Juan Carlos Vázquez Sarmiento, entonces suboficial de la Fuerza Aérea, hoy todavía prófugo de la Justicia.

“Nunca tuve dudas. Pensé que era hijo biológico de ellos. Mi vieja de crianza, a la que considero mi vieja, tiene problemas de salud, tiene cáncer; empezó con problemas en el ’97, en el ’99 o 2000 le iban a hacer una operación complicada, así que me dice que a pesar de que me crió con todo el afecto y el amor, yo no era hijo de ella. Que no eran mis padres biológicos”, contó Ezequiel, que dice que no habló del tema con Vázquez Sarmiento. Afirma que estaba separado de Stella Maris desde hacía dos o tres años y él había dejado de verlo.

“A pesar de que me hizo ruido el tema, con la enfermedad de ella no quería presionarla, y nunca mastiqué el tema hasta que Servini de Cubría me llama al juzgado para ver si quería dar sangre porque podía ser hijo de desaparecidos. Voy al juzgado y me presento. La situación no se entendía bien, mi vieja estaba muy nerviosa. De lo que me acuerdo es de que me recibe la jueza, me pregunta si quería acceder al análisis de sangre. Yo le pregunté qué puede llegar a pasar con mi vieja; ella me dijo que estaba imputada. Entonces le respondí: ‘No quiero seguir con esto’.”

Para febrero de 2002, vio por última vez a Vázquez Sarmiento. “Yo le dije que prefería no verlo más que verlo preso. Y ésa fue la última charla que tuvimos.” Lo que le dijo Stella Maris es que “había aparecido en la cama matrimonial de ella, que era muy bebito. Que desde ese día me quiso como un hijo. Y en realidad, como está mal psicológicamente no tengo oportunidad de hablar”.

Durante el relato, Ezequiel habló de arbitrariedades del represor. Y del extraño momento en el que se enteró de que un suboficial cercano a Vázquez Sarmiento llamado Julio César Lestón aportó los datos a Abuelas de Plaza de Mayo para su recuperación.

“Yo de chico (a Vázquez Sarmiento) siempre lo vi en una oficina. Primero estaba en el Estado Mayor Conjunto, siempre en el Edifico Cóndor. Yo iba, él me llevaba. Después lo trasladan a Morón en una regional de Inteligencia.” No sabe si alguna vez en su casa escuchó algún comentario sobre la dictadura militar. “Lo que sí –dijo– me quedó grabado es que la persona que denuncia que yo... bue... que él me apropió, iba a ser mi padrino, porque eran compañeros de promoción o de la Regional.”

Lestón declaró en la causa de robo de bebés. En el debate reconoció que participó del operativo de secuestro de los padres de Ezequiel, aunque negó que supiera cuál sería el destino. No se sabe si tuvo algún rol en su entrega, pero la idea de que Vázquez Sarmiento lo haya pensado como padrino lo asocia a varios de los casos del juicio, en el que una y otra vez aparecen escenas en las que los apropiadores les otorgan el lugar de padrinos a quienes tuvieron algún rol en la distribución de los niños.

Lo que sucedió más tarde con Ezequiel es conocido. Para cuando el juzgado obtuvo sus datos de filiación, Ezequiel seguía en la Fuerza Aérea. La entonces ministra de Defensa Nilda Garré lo llamó para darle la noticia. Pese a todo, la idea de saber quién era fue un alivio: no lo tomó mal, dijo. “Sabía que hice todo lo posible y que no dependía de mí, así que con eso sentí que uno se va sacando un par de mochilas que va teniendo.”

lunes, 30 de enero de 2012

Las “panzonas” que pasaron por La Perla

Testimonio de Teresa Meschiatti en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés.
 
La sobreviviente del centro clandestino que funcionó en Córdoba contó que allí vio a María del Carmen “Pichona” Moyano de Poblete embarazada y que en algún momento de abril o mayo de 1977 la trasladaron a la Escuela de Mecánica de la Armada.

 Por Alejandra Dandan

“Yo nunca me hubiera imaginado que se podía tener a una mujer a término del embarazo, robarle el hijo y después matarla; y eso que estuve dos años, tres meses y tres días en un campo de concentración.” Teresa Celia Meschiatti declaró en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés de la dictadura. Sobreviviente del centro clandestino de La Perla, ubicado en la provincia de Córdoba, Meschiatti recordó a las embarazadas de La Perla a quienes los detenidos-desaparecidos empezaron a nombrar como “las panzonas”. En especial habló de María del Carmen “Pichona” Moyano de Poblete, uno de los casos de este juicio, a quien en algún momento de abril o mayo de 1977 trasladaron de Córdoba a la Escuela de Mecánica de la Armada. Las preguntas sobre por qué llegó a parir a Buenos Aires, los alumbramientos en el Hospital Militar de Córdoba y el nombre de quién pudo haber sido el contacto entre el centro clandestino del III Cuerpo del Ejército y los marinos forman parte de las cosas sobre las que Meschiatti se sigue preguntando.

Teresa Meschiatti se presentó como divorciada, nacida en el ’43, jubilada en Suiza, el país al que se fue y donde trabajó hasta 2007 antes de volver a la Argentina. Cuando uno de los jueces del Tribunal Oral Federal Nº 6 se lo preguntó, explicó que militó en Montoneros. Cayó secuestrada en una cita el 25 de septiembre de 1976. Durante más de un año pensó que iban a matarla porque así se lo dijeron en La Perla. Sobrevivió y declaró ante la Conadep, en España, en Italia y en los juicios que se fueron abriendo en el país: Córdoba, Rosario y ayer en Comodoro Py. Cuando la presidenta del TOF Nº 6 le preguntó protocolarmente si tenía algún interés en el resultado de la causa, dijo por qué estaba ahí: “Solamente conservar la memoria de los treinta mil desaparecidos es lo único que me mueve a seguir testimoniando”.

Mientras el juicio oral ingresa en la última fase de testimonios, con su relato, Meschiatti planteó por primera vez –en el marco del debate– lo que sucedió en el centro clandestino más importante de Córdoba. Las distintas fuerzas de la dictadura concentraron ahí, como dijo ella, a la mayor parte de los militantes políticos de la zona, sin distinguir si eran prisioneros de una o de otra de las armas. En el contexto del juicio, La Perla es el espacio por donde pasó Pichona Moyano de Poblete antes de llegar a parir a la ESMA. Ella y su hija siguen desaparecidas.

Las razones por las que Pichona llegó a la ESMA son parte de los secretos que todavía guardan los represores. El traslado a Buenos Aires podría ser parte de la forma en la que la dictadura hacía mover a los prisioneros para sacarles información. O puede reforzar la certeza de que la ESMA funcionó como “caja receptora” de parturientas de otros centros clandestinos del país. Eso de todas formas en este caso no está claro, porque cuando Pichona llegó a la ESMA aún no funcionaba la maternidad clandestina a la que los marinos llamaron “la pequeña Sardá” y fue el lugar donde concentraron a otras prisioneras. El suyo fue el primer parto en el que estuvo Sara Osatinsky. Se hizo en la enfermería y Sara todavía se acuerda de los ruidos de las cadenas mezclados con los gritos del bebé que nacía.

En La Perla, en tanto, Teresa Meschiatti llevaba seis o siete meses secuestrada cuando supo de la presencia de Pichona. Era abril o mayo del ’77. No la vio, pero supo que estaba por otra de las secuestradas encargada de la limpieza y de atender a los que estaban con problemas. “Pichona estaba embarazada a término –dijo Teresa–, con una panza muy elevada, de unos ocho meses. Yo sé que estaba con el marido, los dos habían sido traídos de Mendoza y no sé cuánto tiempo estuvieron, pero estaban detenidos entre los biombos.” Los biombos eran una forma de tabicamiento. Un espacio cerrado en el que introducían a ciertos detenidos que no podían ver ni ser vistos: iban a parar ahí, según Teresa, los que serían trasladados a otro campo o a otro lugar, como para que no pudiesen saber dónde habían estado. O los que se estaban muriendo. A Pichona la iban a trasladar.

“Yo estuve repasando el caso de la panzona, Pichona le decían –dijo Teresa–. Parece que se la llevaron el 1º de abril del ’77, aunque yo en mi primer testimonio digo mayo”, explicó y aclaró lo que dicen muchos testigos. Que no podía ser precisa con las fechas porque “un secuestrado no es un empleado público que da entrada y salida a lo que ve”. Un secuestrado, dijo, sólo recuerda momentos muy precisos. El día que la secuestraron. Las torturas que le dejaron las marcas del III Cuerpo en las piernas. O cuando los militares se aparecieron vestidos con sus capas de gala para saludar a cada prisionero por el Día de la Patria; les dijeron: “Buenos días”, y después salieron a fusilar a dos.

Además de Pichona, Meschiatti habló de otras “panzonas”. Entre ellas, en abril vio a Dalila Bessio de Delgado y en diciembre, a Rita Ales de Espíndola. A Dalila le decían “la panzona número uno”. La habían secuestrado con su pareja, eran de La Falda. A él se lo llevaron por un tiempo a la ESMA. A ella la llevaron a parir al Hospital Militar: “No había posibilidades de tener en La Perla una maternidad Sardá como en la ESMA –dijo Teresa–, no daba el espacio. Nunca trascendió en todo el tiempo que estuvimos, nunca salió la cuestión de que efectivamente hubiera una maternidad en algún lado”.

Tiempo después, apareció Rita Ales con su marido. “El marido salió rapidito, y ella estaba muy preocupada por él, pero ahí hubo una cosa que nos traumatizó muchísimo”, explicó. “El responsable en ese momento era el capitán González, miembro del Comando Libertadores de América. Para la época del parto de Rita nos obligó a limpiar una oficina, que limpiáramos las paredes con lavandina porque la querían hacer tener el bebé en La Perla. Trascendió el dato de que después la iban a tener que matar, cosa que nos llenó de horror: le querían poner una inyección de aire en las venas... Nosotros habíamos visto gente agonizante, pero matar a una persona, jamás. González decidió al final llevarla al Hospital Militar, lo cual al parecer les producía muchos problemas: ya había trascendidos de que no querían ocuparse de ellas porque estaban en un lugar clandestino al que tenía acceso el personal del hospital.”

A lo mejor ésa es una explicación de por qué una de las parturientas llegó a la ESMA. En tanto, las defensas siguieron de cerca durante el resto de la audiencia los datos sobre qué pasó con los niños de cada una de esas mujeres que siguen desaparecidas. Por alguna razón, los militares devolvieron a los dos niños con sus familias biológicas. A las defensas, el dato les permite encontrar supuestas grietas en la idea de un plan total y sistemático de apropiación de niños. A la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, sin embargo, esto no la tomó por sorpresa: todo proyecto totalizador tiene sus fisuras, excepciones, que no modifican la regla.

“En Suiza –contó Teresa Meschiatti– se hablaba de tráfico de niños como de un botín de guerra, porque algo así no se regala, se cobra.” Otro dato del que habló fue sobre el represor Héctor Vergés. Lo vio dos o tres veces en La Perla. Y Sara le dijo alguna vez que lo había visto en la ESMA. Meschiatti sabe que en algún momento a Vergés lo trasladaron de Córdoba a Buenos Aires, y ayer dijo que “al no haber (en Córdoba) una estructura de ‘maternidad Sardá’, creo que Vergés ha sido el lazo de la Marina y el Ejército”.

jueves, 26 de enero de 2012

Ex funcionario de EEUU ratificó que hubo un plan sistemático de apropiación de niños durante la dictadura

Un secreto a voces para la diplomacia norteamericana

Elliot Abrams ratificó la autenticidad de un documento desclasificado de su país. El memo demuestra que la dictadura se negaba a entregar a los chicos apropiados a sus familiares.

 Por Victoria Ginzberg
“Pensábamos que no se refería sólo a uno o dos niños o uno o dos oficiales, era un plan”, dijo Elliot Abrams.
Imagen: Joaquín Salguero.

Elliot Abrams se presentó como consultor, casado, nacido en Estados Unidos el 24 de enero de 1948. Su voz y figura llegaban a la sala de audiencias de los tribunales de Comodoro Py a través de una pantalla. Declaró por videoconferencia desde Washington en el juicio por el plan sistemático de apropiación de niños durante la última dictadura. En 1982 era subsecretario de Derechos Humanos de Estados Unidos y en ese rol mantuvo una conversación con el embajador argentino en ese país, Lucio García del Solar, en la que este último admitió que tanto el canciller Juan Ramón Aguirre Lanari como el dictador Reynaldo Benito Bignone estaban al tanto del robo de hijos de desaparecidos. El hecho fue documentado en un memo de carácter reservado revelado en 2002 por Página/12. Ayer, Abrams ratificó el contenido de ese papel y explicó: “Estábamos (el gobierno de los Estados Unidos) al tanto de que algunos niños habían sido sustraídos estando los padres en prisión o fallecidos y pensábamos que no se refería sólo a uno o dos niños o uno o dos oficiales que hubiesen sustraído a los niños, sabíamos que era un plan porque había mucha gente que encarcelaban o asesinaban y nos parecía que el gobierno militar había decidido que algunos niños se entregasen a otras familias”.
 
El memo

Abrams y García del Solar se reunieron el 3 de diciembre de 1982 a la una del mediodía en la confitería Jockey Club, en el hotel Ritz-Carleton de Washington. “Había dos temas principales, la certificación (una especie de certificado de buena conducta en derechos humanos) y la cuestión de los desaparecidos”, apuntó el funcionario estadounidense en un documento que fue parte de los 4677 cables secretos sobre el terrorismo de Estado en la Argentina que el Departamento de Estado desclasificó en agosto de 2002.

Abrams informó luego del encuentro a sus superiores: “Toqué con el embajador el tema de los niños, como los chicos nacidos en prisión o los chicos sacados a sus familias durante la guerra sucia. Mientras los desaparecidos estaban muertos, estos niños estaban vivos y esto era, en un sentido, el más grave problema humanitario. El embajador coincidió completamente y ya había hablado esto con su ministro de Relaciones Exteriores y su presidente. Ellos no rechazaron su visión pero señalaron el problema de, por ejemplo, sacar los chicos de sus padres adoptivos. Yo sugerí que ese problema debería ser manejado por la Iglesia o por una comisión que incluya la Iglesia, a doctores, etc. Las acciones respecto a estos chicos podrían tener un enorme contenido humanitario y político. Nuevamente el embajador dijo que estaba completamente de acuerdo y que tocaría este punto una vez más con su capital”.
La audiencia

El papel que prueba que de Bignone para abajo estaban enterados de las apropiaciones de niños, y que la dictadura se negaba a devolver a los hijos de desaparecidos a sus familias biológicas aun luego de la sugerencia de los Estados Unidos, fue publicado por este diario el 23 de agosto de 2002 y presentado como prueba en el juicio por los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo. Ayer Abrams ratificó la veracidad del memo y su contenido. Y, a partir de las preguntas de Alan Iud y María Inés Bedia, representantes de Abuelas, y la jueza María del Carmen Roqueta, presidenta del tribunal, explicó el contexto en el que fue elaborado. La declaración contaba con traducción simultánea, pero el ex funcionario republicano, que estaba en el consulado argentino en Washington, no la esperaba, aunque sí respondía en inglés.

–Según su experiencia, ¿este diálogo con García del Solar, en qué nivel de diplomacia lo ubica? –quisieron saber los abogados de Abuelas.

–Se trata de una conversación importante, el hecho de que sólo estuviéramos nosotros dos fue significativo, para así poder hablar más honestamente que si hubiese más gente, el hecho de redactar este memo tan detallado indica que era de suma importancia.

–¿Conoció casos análogos a la Argentina sobre los niños en otros países?

–No. Había muchas juntas militares en los países de América latina y en Asia, no recuerdo ningún caso similar a éste de niños sustraídos, éste fue el peor caso.

–¿Al tomar conocimiento de que varios niños fueron sustraídos, tomó conocimiento o al menos elaboró alguna hipótesis sobre por qué esos niños eran sustraídos y no entregados a la familia? –le preguntó Roqueta.

–Sí, me acuerdo de dos factores importantes. Uno era que las familias de los desaparecidos eran vistas como no aptas para criarlos, que eran comunistas. El segundo factor es que en algunos casos las familias a los que los entregaban no podían tener hijos, entonces lo consideraban como una bendición para estas familias leales al régimen.

–¿Esta es su opinión o tuvo otros elementos para llegar a este análisis?

–No es un análisis propio, sino lo que circulaba en el gobierno de Estados Unidos, lo que no recuerdo es en qué se fundamentaba. Pero me acuerdo que era sí, no recuerdo la fuente.

–De acá surge que el embajador iba a transmitir esta preocupación al presidente de la Nación...

–En el memo dice que el embajador ya había hablado con el ministro de Relaciones Exteriores y con el presidente.

–Después de esta reunión, ¿por parte del gobierno argentino hubo alguna propuesta? ¿Acercó al gobierno de Estados Unidos alguna idea?

–Realmente no me acuerdo, a lo mejor existen otros documentos, pero participaríamos en esto hasta que hubiese un gobierno democrático, después de eso considerábamos que debía tratarlo el propio gobierno argentino.

Con la llegada de la democracia y el comienzo de los juicios a los represores, los militares, e incluso el gobierno de Raúl Alfonsín, sostuvieron que la apropiación de niños fue uno de los “excesos” de la represión ilegal, un delito cometido por unos pocos fuera de la estructura montada por los jefes castrense. Las Abuelas de Plaza de Mayo y abogados defensores de derechos humanos demostraron que el robo de bebés fue una práctica sistemática.

“Consideramos que el de Abrams fue un testimonio importantes porque acreditó la veracidad del memo y si bien eso no estaba puesto en duda, para el sistema judicial argentino puede resultar extraño un documento de esas características. Y es una prueba importante contra Bignone y (Rubén) Franco (ex jefe de la Armada integrante de la última junta militar). Además, aportó interpretaciones sobre el documento que si bien podían ser inferidas, es diferente si lo afirma una persona que fue funcionario de jerarquía”, dijo Iud a este diario. Las Abuelas señalaron en un comunicado que consideran que “tanto el memo al que logramos acceder como la declaración de Abrams constituyen pruebas importantes” y por lo tanto redoblaron su pedido “para que se desclasifiquen todos los documentos de Estados Unidos, en particular de la CIA y el FBI, que puedan aportar información clave para encontrar a los nietos y nietas y condenar a los genocidas”.


 ELLIOT ABRAMS, UN REPUBLICANO DE PURA CEPA
Con vínculos con las dictaduras

No podrá aducirse que el testimonio de Elliot Abrams se originó en sus simpatías con las víctimas de la dictadura militar. El hombre fue entre 1982 y 1985 el subsecretario de Derechos Humanos de Ronald Reagan. Sucedió a Patricia Derian, la funcionaria de James Carter que tantas molestias le había causado a la dictadura argentina. Su gestión, en cambio, fue duramente criticada en esa época por Human Rights Watch y Amnistía Internacional. Ante el fusilamiento de miles de personas en El Salvador (El Mozote), Abrams afirmó que la noticia de la masacre por parte de los militares “no era creíble” y que se trataba de un incidente que “utilizaba la guerrilla para hacer propaganda”.

Abrams fue, además, uno de los jugadores clave en el escándalo Irán-contras, junto con Oliver North y Paul Wolfowitz. El escándalo implicó la provisión de armamento a Irán durante la guerra con Irak en 1985 y 1986. También desnudó el financiamiento de la CIA al movimiento para militar Contra, que intentaba derrocar al gobierno sandinista en Nicaragua. Se trató de dos operaciones prohibidas por el senado norteamericano.

Para ser consecuente, Abrams también formó parte del primer gobierno de George W. Bush, en el que fue asistente especial para el presidente y director del Consejo de Seguridad Nacional para Asuntos en el Norte de Africa y el Oriente Próximo. Algunos medios estadounidenses lo señalaron como uno de los que dio el visto bueno al intento de golpe de Estado a Hugo Chávez en 2002. En su segundo gobierno, Bush lo ascendió y lo puso a cargo de una agencia para promover “la democracia en otros países”. Junto a Condoleezza Rice, asistió en la estrategia de Bush durante el conflicto en el Líbano en 2006. En una investigación periodística, la revista Vanity Fair lo señaló como uno de los responsables, con su intervención, de terminar endureciendo la posición de Hamas en la Franja de Gaza. Actualmente trabaja en el Council of Foreigns Relations, como consultor en estudios del Medio Oriente, así como en el Comité para la Paz y la Seguridad en el Golfo.

miércoles, 25 de enero de 2012

La decisión del Tigre Acosta

El sobreviviente Lisandro Cubas declaró por videoconferencia ante el Tribunal Oral Federal 6 y relató sus contactos con mujeres que parieron en la ESMA y aseguró que Acosta decidía el destino de los niños apropiados.

“Macho, acá no hay límites, todo se puede lograr.” La frase la pronunció a mediados de 1977 el capitán Jorge Acosta, jefe de inteligencia del Grupo de Tareas 3.3 de la Armada, en referencia a la inauguración del cuarto para embarazadas en la ESMA, “la Sardá” en la jerga naval, y la recordó ayer el sobreviviente Lisandro Cubas, quien declaró por videoconferencia desde Venezuela en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés. Cubas, que estuvo más de dos años secuestrado y tiene dos hermanos desaparecidos, detalló ante el Tribunal Oral Federal 6 sus contactos con mujeres que dieron a luz en la ESMA y aseguró que Acosta, condenado el año pasado a prisión perpetua, era quien tenía facultades para decidir no sólo la vida o la muerte sino también el destino de los niños. El juicio continuará hoy con una ampliación del testimonio de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y mañana con la declaración por videoconferencia de Elliot Abrams, el diplomático norteamericano que a partir de un diálogo con el embajador Lucio Alberto García del Solar documentó en 1982 que el dictador Reynaldo Benito Bignone estaba al tanto de la apropiación de bebés y se negaba a devolverlos a sus familiares.

Militante de zona oeste de Montoneros, Cubas fue secuestrado el 20 de octubre de 1976.

–¿Dónde no querés estar? –lo recibió Acosta.

–En la ESMA.

–Ahí estás –sonrió el Tigre.

Cubas declaró sobre cuatro embarazadas desaparecidas con quienes tuvo contacto. Con Ana de Castro dialogó en enero de 1977 en el sótano del casino de oficiales. “Pensaba que iba a perder al bebé por la tortura”, recordó. En junio supo que había dado a luz. “El subcomisario González, de Policía Federal, me confesó que estuvo a cargo de llevar al niño a un hospital de niños porque nació cianótico. A la señora unos días después no la vi más en la ESMA”, apuntó. Con María Hilda Pérez de Donda “militábamos en zona oeste”, recordó. “Me contó que la detuvo Fuerza Aérea” y que la trasladaron “diciéndole que la llevaban a ‘la Sardá’”. “Después de dar a luz me comentó que la visitó su cuñado, a quien conocíamos como Palito, el oficial Donda, y le dijo que no se hiciera problema, que su hija se iba a quedar con la familia”, relató. De Susana Pegoraro recordó que la trasladaron a Mar del Plata durante dos meses, y que volvió a parir en la ESMA a fines de 1977. El cuarto caso fue el de Mirta Alonso, a quien recordó por el apellido de su esposo, Hueravillo. “Tuvo un varoncito pero no tengo más recuerdos”, dijo. “Una de mis preocupaciones es que el tiempo va pasando y se van borrando los recuerdos”, advirtió.

Cubas respondió ante una pregunta específica que Acosta decidía el destino de los bebés. Recordó que cada quince días se reunían los miembros de los grupos de inteligencia y “decidían la suerte de esas personas”. Como ejemplo del poder, relató que a fines de 1978, cuando el Tigre amenazó con “mandar para arriba” a un secuestrado, sus compañeros que hacían trabajo esclavo en “la Pecera” presionaron al teniente Juan Carlos Rolón y consiguieron que intercediera ante Acosta, quien dio marcha atrás con la condena a muerte.

El juicio oral, suspendido por la feria judicial, se reinició el lunes con los testimonios de Carlos Angel Leotta y Nieves Luján Acosta. El primero, que declara en distintas instancias desde 1984, era un vecino platense de la casa de Calle 30 en la que fue secuestrada la beba Clara Anahí Mariani, la nieta que desde entonces busca Isabel Chorobik de Mariani. El dato clave, que le aportó la esposa de un compañero que tenía un almacén en 55 y 30, apodada “La Gallega” y ya fallecida, es que los represores se llevaron a la niña viva y con la manito ensangrentada. Leotta supo por “La Gallega”, quien atendía habitualmente a Diana Teruggi, que la joven había sido asesinada pero que a la nena la habían sacado después de un disparo de mortero que puso fin al enfrentamiento. “Parece que la madre la puso en la bañadera, que era el lugar más seguro”, le confió. Luego del tiro de mortero “todo se cubrió con un hongo de ceniza gris y un humo tremendo. La explosión fue descomunal y le produjo un aborto a una muchacha del barrio”, recordó.

En segundo turno del lunes declaró Acosta, que estuvo secuestrada en la Brigada de Investigaciones de La Plata y en el Pozo de Banfield. Acosta conocía de una unidad básica de Tolosa a Daniel Mariani, a Diana Teruggi y a Clara Anahí, de dos meses. “Daniel nos ayudaba, repartía ropa, azúcar”, recordó. “A los diez días (del operativo en Calle 30), Daniel pasó por mi casa y me contó que habían matado a Diana y que la nena se la dieron a otra persona.” El dato “lo supo por vecinos”, respondió ante una pregunta de la defensa del dictador Jorge Videla. Luego, durante su cautiverio, supo por medio de otro secuestrado que a Mariani lo habían fusilado.

domingo, 15 de enero de 2012

Nuevas hipótesis de investigación sobre la apropiación de niños durante la dictadura

Los Padrinos
Juan Cabandié (en el centro) con su apropiador y el represor Samuel Miara, que oficiaba de “tío” y se apropió de los mellizos Reggiardo Tolosa. El bautismo de Victoria Montenegro, su padrino fue el jefe de la comisaría de San Martín, Horacio Cella, que sería su “entregador”.

La fiscalía del juicio sobre el plan sistemático de robo de bebés analiza las relaciones de parentesco “creadas” por los represores como posibles pruebas de las apropiaciones de los hijos de desaparecidos. Los padrinos de bautismo o “tíos” que fueron los entregadores de los niños. Las fechas de cumpleaños inventadas para reforzar la pertenencia a la falsa familia. Las marcas de los “intermediarios” en los nombres. Las historias reconstruidas por las víctimas.

 Por Alejandra Dandan
Juan Cabandié (en el centro) con su apropiador y el represor Samuel Miara, que oficiaba de “tío” y se apropió de los mellizos Reggiardo Tolosa.
El bautismo de Victoria Montenegro, su padrino fue el jefe de la comisaría de San Martín, Horacio Cella, que sería su “entregador”.

Luego de escuchar los testimonios de cerca de veinte hijos de desaparecidos apropiados que recuperaron su identidad, el equipo del fiscal Martín Nikilson empezó a analizar las relaciones de parentesco construidas por la última dictadura como indicios que podrían convertirse en pruebas judiciales. Las audiencias del juicio del plan sistemático de robo de bebés permitieron, por ejemplo, advertir el rol que cumplieron los “padrinos” de los niños criados con otra identidad. Esa figura mítica, punto de origen de leyendas y eje de mundos de referencias identitarias, es analizada de cerca por la fiscalía. En varios casos, sus nombres coinciden con las personas que sacaron a los niños de los centros clandestinos y luego los entregaron a las nuevas familias. Así, los nombramientos de “padrinos de bautismo” parecen una retribución de esas familias a sus “benefactores”. En general, los padrinos son hombres de las Fuerzas Armadas o de seguridad o sus mujeres. Y sus nombramientos, un intento de reforzar los falsos lazos de parentesco y borrar los vínculos de sangre. Victoria Montenegro fue bautizada en Campo de Mayo y su padrino fue Horacio Cella, el entonces comisario de San Martín, que fue el lugar donde sus apropiadores habrían ido a buscarla. Horacio Pietragalla fue apadrinado por el apropiador de Victoria, el coronel Herman Tetzlaff, que lo entregó a la empleada doméstica de su casa. Victoria Donda, al declarar en el juicio, mencionó como padrino a Héctor Febres, el distribuidor de niños de la ESMA. En otros casos, los “entregadores” dejan su marca en el nombre de los niños. Nikilson también mira de cerca la elección de la supuesta fecha de nacimiento en busca de otras evidencias de la apropiación. Puede pasar que los días de cumpleaños inventados sean en realidad el día de nacimiento de alguno de los falsos familiares. A Victoria Montenegro, por ejemplo, le anotaron su fecha de nacimiento en coincidencia con el Día del Ejército.

La fiscalía comenzó a prestar atención al rol y los nombres de los padrinos a partir del testimonio de Victoria Montenegro. Desde entonces, cada vez que entra en la sala de audiencias un nuevo ex niño apropiado, se reflota la pregunta. Las respuestas no son siempre iguales, pero varias permitieron entender que podía haber una relación entre el lugar de los padrinos y el de los entregadores/ladrones de esos niños. La hipótesis se convierte en una herramienta de investigación que podría potenciarse en el futuro y que puede aportar a los casos en los que aún faltan datos. Puede ser la punta para encontrar nuevos nietos o la prueba para condenar a quienes dicen no haber tenido idea de la procedencia de los niños.
Las historias

El padrino de bautismo de Victoria Montenegro fue el jefe de la comisaría de San Martín, Horacio Cella. Victoria conserva una foto. Y pese a que no volvió a verlo, sabe que está escondido en algún lugar fuera del país. A esta altura, con la reconstrucción de su historia entre mentiras y verdades, cree que él fue la persona que un día se sentó frente a sus apropiadores para entregarla. Tetzlaff había ido a buscarla a la comisaría con su mujer.

“Cella les decía que ellos tenían que saber si realmente me querían”, dijo Victoria el día de la audiencia. “Les dijo que yo iba a pasar a ser su hija, pero que ellos me tenían que formar como una persona de bien para que no fuera subversiva como mis papás. Ellos dijeron que sí, el tema legal estaba solucionado. Los hicieron pasar a una oficina de la comisaría donde había varios bebés de otros operativos. Había una monja. Les preguntaron si querían un varón rubio, pero ellos dijeron que no. Mary (su apropiadora) me dijo que para que yo me sienta orgullosa, Herman (Tetzlaff) les respondió: ‘la negrita es mi hija’ y se quedó conmigo. Cella les dijo que yo pasaba a ser hija de ellos, que me formaran como una persona cristiana. Me sacaron y a un par de cuadras sé que tiraron toda la ropa con la que yo venía porque no querían nada del pasado.”

Cella luego participó de la ceremonia en Campo de Mayo. Y si el relato de Tetzlaff es cierto, él conocía a Victoria desde antes, porque llevó adelante el operativo en la casa de sus padres. Alguna vez le confesó que entró, los mató y que a ella –que tenía trece días de vida– la sacó sangrando debajo del cuerpo de la madre. La escena de la comisaría de San Martín se produjo varios meses después. Cuando Tetzlaff, luego de convencer a su mujer, decidió ir a buscar a esa niña que había visto tras asesinar a sus padres.

Horacio Pietragalla, a su vez, tiene a Tetzlaff como padrino. El caso de Horacio no es parte de los 35 expedientes que se investigan en el juicio sobre el plan sistemático, pero Victoria lo nombró varias veces durante su declaración. Los dos vivían en el mismo edificio de Lugano. A Horacio lo crió Lina, la empleada doméstica de Tetzlaff. Horacio siempre dijo que estaba destinado a otra persona, alguien que se arrepintió y por eso Tetzlaff se lo dio a la mujer que finalmente lo crió.

Victoria Donda explicó en la audiencia que si bien no sabe quién está nombrado en los papeles como su padrino porque no volvió a leer su fe de bautismo, Febres ocupó ese lugar. “Lo conocí de chiquita, le decía tío”, dijo. “El me decía turquita porque no hay que ser muy creativo para verlo, y así fue hasta que cumplí 15 años. No lo veía habitualmente. En Navidad o en algunos encuentros que hacía el personal de Prefectura y siempre fue como un padrino. Me regalaba cosas, juguetes, no sé. Cuando cumplí 15 años, leí un libro del Che y me hice guevarista y me empecé a vestir como el Che, con boinas y remeras y en una Navidad me vestí como siempre y en vez de decirme ‘turquita’, él me acuerdo que me dijo: ‘zurdita’ y empezamos a discutir de política y después no hubo nueva relación. Mirándolo retrospectivamente, cuando lo detienen –no me acuerdo el año– me acordé de ese comentario de zurdita y que me dijo: ‘Bueno, hay algunas cosas que no tienen arreglo’.”

Victoria Donda nació en la Escuela de Mecánica de la Armada. Febres se encargaba de preparar el ajuar de cuna de los niños de las embarazadas secuestradas en la ESMA. Y luego los distribuía. Como la ESMA funcionó como maternidad clandestina para secuestradas de otros centros clandestinos, es posible que no haya sido la única persona que intervino en la distribución de niños porque, en general, las prisioneras y sus hijos seguían siendo “posesión” del arma que las tenía detenidas.

Esto mismo puede explicar otra de las relaciones de padrinazgo que acaba de aparecer en el juicio oral sobre la Base Naval II de Mar del Plata. El expediente tampoco se ventila en el juicio sobre el plan sistemático, pero puede ser ejemplificador. Se trata del hijo de Cecilia Viñas, Javier Gonzalo Penino Viñas. Sus padres pasaron por la Base Naval II y a Cecilia la llevaron a parir a la ESMA. Javier fue apropiado por Jorge Vildoza, subdirector de la ESMA que sigue prófugo de la Justicia. El padrino de bautismo fue Roberto Luis Pertusio, uno de los hombres más importantes de Mar del Plata, jefe de la fuerza de submarinos de la Base Naval de Mar del Plata y a cargo del centro clandestino en el momento en el que pasó Cecilia. La aparición de Pertusio en el lugar del “padrino” parece estar indicando dos cosas: por un lado, que podría haber sido el “entregador” del niño, en el sentido de quien habilita o autoriza la entrega. Y, por otro lado, acaso más importante, confirmaría que esta hipótesis sirve como herramienta de investigación.
La mano de Banzer

María Natalia Suárez Nelson es hija de María Elena Isabel Corvalán y de Mario César Suárez Nelson. Natalia nació en La Cacha. Sus apropiadores fueron Omar Alonso, un comerciante platense y cantante aficionado de tangos y María Luján Di Mattía. Ellos no podían tener hijos, la anotaron como hija biológica y nombraron como padrinos al capitán de navío de infantería Juan Carlos Herzberg y a su mujer, condenados el año pasado en La Plata por la apropiación de la niña: “Ha quedado debidamente acreditado que el día 8 de agosto de 1977 Juan Carlos Herzberg entregó una beba recién nacida al matrimonio compuesto por Omar Alonso y María del Luján Di Mattía, de la cual posteriormente fue su padrino de bautismo”, dijeron los jueces en la condena. “Herzberg fue quien arrancó de los brazos de la madre a la beba recién nacida y quien perfeccionó la acción de sustraer la niña, cuya entrega ya había comprometido al matrimonio Alonso-Di Mattía tiempo antes.”

Alonso y Herzberg se habrían conocido en el consulado de Bolivia de La Plata, según explicó un testigo de la causa. “Tenían una relación cercana, por el hecho de que Herzberg y su esposa sean los padrinos de María Natalia –lo que se prueba a partir del certificado de bautismo de María Natalia–. A su vez, María del Luján Di Mattía en su indagatoria refirió que ‘quiere resaltar que cuando Herzberg le dio a Natalia la dicente les ofreció que fueran los padrinos, por una cuestión de agradecimiento...’.”

Otro ejemplo es Federico Pereyra Cagnola, cuya historia tiene un punto de contacto con la de Juan Cabandié. Federico es hijo de Liliana Pereyra y Eduardo Cagnola, los dos desaparecidos. Sus padres pasaron por el centro clandestino de la Base Naval de Mar del Plata y a Liliana la llevaron a parir a la ESMA, donde su madre tomó contacto en algún momento con Guillermo Minicucci. A Federico lo criaron dos civiles: Jorge Ernesto Bacca y Cristina Mariñelarena. La madrina de bautismo del niño fue Inés Lugones, la mujer de Minicucci, amiga de Mariñelarena y condenada el año pasado por su rol en la entrega de ese niño.

¿Por qué aparece Minicucci en este caso? Por los sobrevivientes, hoy existe alguna información que permite pensar una hipótesis. Liliana estuvo en la pieza de las embarazadas de la ESMA en el mismo momento en el que estuvo alojada allí Alicia Alfonsín, la madre de Juan Cabandié. Los sobrevivientes, entre ellos Graciela Daleo, que declaró en Mar del Plata, sostienen que Minicucci entró en la pieza de las embarazadas a pispearlas en ese momento.
Desplazamientos, los nombres

El lugar de los “padrinos” no es la única forma en la que los entregadores pueden aparecer en las “biografías” de los niños apropiados.

Hay casos en los que fueron directamente incorporados al nombre de los chicos. En otros, son nombrados como “tíos” en los relatos de las historias familiares.

María Eugenia Sampallo Barragán es hija de Mirta Barragán y Leonardo Sampallo, sus padres pasaron por el Atlético y el Banco y están desaparecidos. Los apropiadores –que fueron Osvaldo Rivas y María Cristina Gómez Pinto– le pusieron de nombre Eugenia Violeta. Según la fiscalía, el nombre es un desplazamiento de las huellas de los entregadores: Violeta era el nombre de la mujer del capitán del Ejército José Berthier, hombre de Inteligencia, amigo de la familia y condenado por haber entregado a la niña.

En un fragmento del alegato, el fiscal Félix Crous indicó: “La foto que ilustra a María Eugenia en brazos de la madre de Berthier, sólo a ellas dos, en uno de los primeros cumpleaños de la niña, es demostrativa de lo estrecho del vínculo de ambas familias. La foto se conservaba en la casa de los Rivas-Gómez Pinto. En el mismo sentido, María Eugenia recuerda que Berthier frecuentaba la casa y que junto con su esposa asistió a sus cumpleaños. También declaró que le dijeron que el nombre Violeta se lo habían puesto por la esposa de Berthier”.

En el caso de Carlos Rodolfo D’Elía, la fiscalía está convencida de que sus apropiadores le pusieron Rodolfo por el nombre del subjefe de la policía de Buenos Aires, el coronel Rodolfo Aníbal Campos, segundo de Ramón Camps, juzgado ahora en el circuito Camps y señalado como la persona que articuló su entrega. A Simón Riquelo, en cambio, sus apropiadores le pusieron de nombre Aníbal Parodi: la fiscalía sospecha que podría ser un homenaje para Aníbal Gordon, integrante del grupo de tareas de Automotores Orletti y una de las personas que participó del secuestro de su madre, Sara Méndez. Como el caso del hijo de Cecilia Viñas, si esa relación fuese cierta podría ser un elemento para la reconstrucción de pruebas aún pendientes. Simón fue apropiado por el ex subcomisario de la comisaría 33 de la ciudad de Buenos Aires, Osvaldo Parodi. Por distintas razones, siempre fue difícil desarmar la coartada de Parodi, que dijo haber encontrado al niño abandonado. Un dato como un homenaje a Aníbal Gordon en medio del nombre del niño, no parece nada menor.

Francisco Madariaga era Alejandro Ramiro Gallo. En su caso, el nombre de Alejandro es el mismo nombre de su apropiador Víctor Alejandro Gallo. Juan Cabandié era Mariano Andrés Falco: él está convencido de que con el nombre de Andrés, sus apropiadores intentaron reforzar el vínculo con su supuesta hermana llamada Vanina Andrea Falco.

Otra lógica que empieza a mostrar la sucesión de audiencias es la generación de fechas en las nuevas biografías familiares. Nuria Piñol, una de las fiscales ad hoc de la causa, sigue de cerca los datos de las historias como parte de las tramas de construcción de identidad: “Borrar las marcas de los niños para que no aparezcan como hijos de otros –dice a Página/12– y meterles una nueva liturgia de fechas, con una nueva significación, eso es una de las cosas que miramos porque es uno de los modos en los que se construye y circula una identidad que se forma no de grandes cosas sino de un nombre, de la pregunta del por qué me llamo de esa manera, del nombre de tus abuelos”.