sábado, 23 de agosto de 2014

La abuela Licha

La primera presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo murió en 2008. No pudo abrazar a su nieta Ana Libertad. En esta nota, publicada el 26 de mayo de 2006, Página/12 contó la conmovedora historia de su búsqueda.

 Por Victoria Ginzberg

En el sillón de pana verde que todavía está en el comedor de su casa comenzó a gestarse en 1977 la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. Fue una mañana en que Chicha Mariani, otra señora de La Plata que estaba tratando de dar con Clara Anahí, secuestrada cuando tenía tres meses, le tocó el timbre. Alicia Zubasnabar de De la Cuadra –Licha para casi todo el mundo– le contó su historia y la de otras mujeres que se reunían en La Plata o en Buenos Aires, en la Plaza de Mayo. Al poco tiempo, las que buscaban a sus nietos secuestrados o que debían haber nacido en cautiverio sumaban doce, entre ellas estaba Estela Carlotto.

Licha fue la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Nació en Sauce, un pueblo correntino. Y allí se casó con Roberto Luis De la Cuadra. La pareja decidió mudarse a La Plata para educar a sus cinco hijos: Estela, Soledad, Luis Eduardo, Roberto José y Elena. La década del ’70 encontró a los jóvenes De la Cuadra comprometidos con la militancia política, social y sindical. Y como muchas familias platenses, los De la Cuadra fueron atravesados por el terror de la dictadura.

Licha sintió que el espanto se apoderaba de su cuerpo el 2 de septiembre de 1976, cuando un grupo de hombres, algunos con la cara tapada con medias, otros con ropa de fajina y armas, irrumpió en su departamento para buscar a Roberto José, que en ese entonces trabajaba como obrero en YPF. “Yo a ese muchacho no lo conozco”, dijo Licha en la puerta, cuando la patota estaba a punto de subirla a un auto y se encontró con Roberto José, que llegaba a la casa paterna. La frase de la madre no convenció a los represores, que empujaron a la mujer al ascensor a punta de pistola y se llevaron al hijo.

La desaparición de Roberto José movilizó a la familia De la Cuadra y las gestiones se incrementaron con el secuestro de Elena y su marido, Héctor Baratti, en febrero de 1977, y de Gustavo Freire, esposo de Estela, en diciembre de 1977.

Elena estaba embarazada de cinco meses cuando desapareció. En julio, Licha recibió una llamada telefónica que le anunció que su hija había tenido una niña y que le había puesto Ana Libertad. Sobrevivientes del centro clandestino que funcionó en la comisaría quinta de La Plata le fueron aportando detalles, como la discusión de Héctor con el cura Christian von Wernich, quien se negaba a entregar a la niña a sus abuelos porque “la iban a criar igual que a sus hijos”.

Sin imaginar que la Iglesia estaba aún dentro de los campos de concentración, Licha recurrió a distintas autoridades eclesiásticas hasta que terminó en el despacho de monseñor Emilio Graselli. “Usted no me dijo que Elenita estaba embarazada”, le dijo el cura en el segundo encuentro, demostrando que manejaba buena información. Graselli sabía que Elena estaba “en alguna comisaría”, pero no quiso aportar detalles. “Si se lo digo va a ser para peor, porque usted va a empezar a rondar y le va a ir peor a ella”, fueron sus palabras.

La búsqueda constante de Ana Libertad no hizo que Licha dejara de hacer gestiones por sus hijos y yernos. Su nombre figura en el escrito con el que la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata pidió que se iniciaran las audiencias del Juicio de la Verdad en esa ciudad. Y durante años estuvo cada miércoles en la sala de audiencias, mirando con sus ojos claros a los testigos o acusados, entre ellos a Von Wernich. El año pasado cumplió noventa años y fue declarada Ciudadana Ilustre de Corrientes. Las Abuelas la homenajearon con el título de Presidenta Honoraria.

Durante muchos años, Licha pensó que sabía quién podía ser su nieta. Inició una causa judicial que sufrió innumerables trabas, hasta que, hace unos meses, logró que la joven en cuestión se hiciera un estudio de ADN. Todavía no tiene el resultado y ahora no está convencida de que esa chica sea Ana Libertad, pero sabe que, de cualquier forma, si no es su nieta, hay grandes posibilidades que sea la nieta de alguna de sus compañeras. Licha es una de las tantas mujeres que esperan. Pero no se quedó sentada en el sillón de pana verde. Pelea y, a pesar del tiempo, no se cansa de exigir respuestas: ¿dónde está su nieta?, ¿dónde están sus hijos, sus yernos? Cuando estas preguntas se contesten, Licha será noticia. Pero Licha –como todas las Abuelas– espera todos los días. Todos los días busca.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Victoria Moyano: “Cada nieto que se recupera es un hermano nuestro que aparece”

Recuperó su identidad y decidió seguir la senda que sus padres no pudieron continuar

Victoria Moyano: “Cada nieto que se recupera es un hermano nuestro que aparece”
La aparición de Guido Montoya Carlotto, nieto de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, fue una noticia que se difundió por todo el planeta e impactó profundamente en los argentinos. Quizás sea el hito más significativo de los últimos años para las Abuelas, que desde hace décadas luchan por la restitución de sus nietos, apropiados durante la última dictadura militar. Guido (Ignacio Hurban, su nombre de crianza) es el nieto número 114 que recupera su identidad en una búsqueda que lleva más de 35 años.

El Intransigente entrevistó a Victoria Moyano, una de las nietas primeras nietas recuperadas. Su historia tiene algunas variantes respecto de la de Guido. A diferencia de él, Victoria pudo recuperar su identidad cuando tenía sólo nueve años y forjó su personalidad en base a la militancia social por la que, considera, sus padres dieron la vida. Hoy, a los treinta y cinco años, participa activamente en organismos de Derechos Humanos y acompaña la lucha de trabajadores en conflicto.

A diferencia de otros miembros de los organismos, nunca se ha sentido tentada por cómodos despachos en la administración pública, ni ha cedido a las mieles del oficialismo. Por el contrario, suele ser vista en las calles, participando de marchas y actos por los Derechos Humanos de ayer y de hoy. Su compromiso con el presente incluso la ha llevado a ser detenida de manera violenta, pero nada de ello parece minar sus convicciones. "Las libertades democráticas no son sólo lo que implica el juicio y castigo al genocidio. Desde ya, seguimos defendiendo ese proceso y luchamos a diario para que los genocidas vayan a la cárcel. Pero nosotros también creemos que tenemos que defender todas aquellas libertades que hacen a la vida cotidiana, y que están siendo vulneradas”, sostiene.

El Intransigente: ¿Cómo te toca a vos la historia de la recuperación de Guido Montoya Carlotto, el nieto de Estela?

Victoria Moyano: La aparición de Guido Carlotto significa para todos una alegría enorme. Cada vez que se recupera un nieto es como recuperar a un hermano nuestro. Hoy, nuestro hermano tiene 35 años, con una identidad fraguada, pero emprenderá un nuevo camino sabiendo su verdad”.

A diferencia de Guido, Victoria sí fue criada por su apropiador. Nació en el Pozo de Banfield y, desde antes del parto, su mamá, María Asunción Artigas Milo, era vigilada porque la bebé tenía un destino prefijado. Fue robada por un comisario, Oscar Penna, para entregársela a su hermano, Víctor, y su cuñada, María Elena Mauriño, que la inscribieron como su hija biológica. Víctor falleció un año después y Oscar, el apropiador, se hizo cargo de la familia. Victoria creció con la idea de que era adoptada y esa fue la clave para su restitución.

Su maestra de primer grado, sabiendo que ella era adoptada, fotocopió los papeles de su inscripción a la escuela, donde figuraba como hija biológica de los Penna. Sabía que su tío era comisario. Fue ella quien denunció el caso a Abuelas de Plaza de Mayo y se constituyó, más tarde, en uno de sus sostenes emocionales para comprender lo que estaba pasando.

Cuando tenía nueve años, personal del Juzgado se presentó en su casa y le habló de una familia que quería saber quién era ella. Su tío comisario ya se había fugado y el 30 de diciembre  de 1987  Victoria comenzaba el camino hacia la restitución de su identidad. Conoció a su familia biológica y a sus abuelas, a todas ellas, a las de Plaza de Mayo. Vio fotos de sus padres, conoció sus historias y empezó a entender la causa por la que habían dado la vida. Decidió no abandonar la senda que ellos habían comenzado a andar. El proceso, asegura, no fue sencillo, pero la búsqueda de la verdad es un camino que no tiene retorno.

El Intransigente: La vicepresidenta de Abuelas, Rosa Roisinblit, dijo recientemente que una cosa es recuperar un nieto, pero otra distinta es conquistar su amor. ¿Cómo fue tu experiencia en este camino de reconquistarte con tu familia de sangre?

Victoria Moyano: "Para mí fue muy importante poder conocer mi historia. Yo pude acceder a mis nueve años a mi familia. Creo que hay una etapa de conocimiento mutuo, de aceptación que tus padres fueron desaparecidos, secuestrados y asesinados por las fuerzas represivas que llevaron adelante el genocidio en la Argentina. Entonces, desde ese punto de vista, primero hay que aceptar que uno tiene esa historia. Después, tener la predisposición de escuchar y tratar de establecer lazos con tu familia biológica, teniendo en cuenta que no compartiste tu vida con ellos, producto de una apropiación, no porque esa familia no te haya estado buscando. La historia de Guido, como la de los otros nietos, forma parte de familias que durante años los han estado buscando. Entonces, desde ese punto de vista, creo que ese amor que se expresa sirve mucho para que podamos conquistar una relación con nuestras familias y tratar de acercarnos también a nuestros padres. Cuando yo recuperé mi identidad no recuperé sólo mi nombre. En mi caso, siento que recuperé la historia de lucha de mis padres, por lo que ellos dieron su vida, la lucha que ellos amaban. También tuve la recuperación de esa lucha, que es muy importante para mí. Creo que en estos momentos hay un proceso muy importante de los nietos que es recuperar a los padres biológicamente, pero también su militancia.

El Intransigente: Estela de Carlotto pidió que se respetara a la familia que crió a Guido durante todos estos años. ¿Ves un trato diferente de parte de la prensa y de sectores políticos en este caso en particular?

Victoria Moyano: No conozco realmente cómo Guido llegó a los brazos de la familia que lo crió. En general, si hubo una apropiación, significa que no existió una adopción legal. Por lo tanto, hay una conducta criminal. La Justicia penal interviene inmediatamente, se los procesa y se los condena. Yo no sé cómo fue el caso. Por eso, no puedo opinar acerca de lo que dice Estela, que se trata de una buena familia. Sólo puedo decir que cuando hubo apropiación, los apropiadores han cometido un delito.

Su activa militancia la llevó a apoyar los reclamos de los trabajadores despedidos de la empresa Lear. Victoria nunca escondió su militancia por los derechos de los trabajadores y llevó con orgullo las banderas de sus padres. Por ello, días atrás fue detenida en un escandaloso operativo de Gendarmería, junto a dos militantes por los Derechos Humanos y un legislador electo. La indignación se esparció por todo el país y fue liberada horas más tarde.

El Intransigente: Hoy la vida te encuentra militando activamente con los trabajadores de Lear. ¿Trabajás en la empresa o militás con ellos?

Victoria Moyano: No trabajo en la empresa, yo me acerco de manera solidaria como parte de los organismos de Derechos Humanos que venimos acompañando a los trabajadores de Lear. Lo hacemos con distintas luchas desde hace años. Entiendo que los trabajadores de LEAR se encuentran en una situación donde se le ha limitado todo tipo de goce de libertad democrática, desde la libertad sindical hasta la de trabajar. Se ha incumplido una docena de fallos judiciales que sostienen que esos despidos son ilegales. Por esa razón, junto a otros organismos de Derechos Humanos, acompañamos la lucha de los trabajadores, como parte de la lucha por las libertades democráticas de este país. No lo vemos como algo escindido. Las libertades democráticas no son sólo lo que implica el juicio y castigo al genocidio. Desde ya, lo seguimos defendiendo y luchamos a diario para que los genocidas vayan a la cárcel. Nosotros también creemos que tenemos que defender todas aquellas libertades que hacen a la vida cotidiana que están siendo vulneradas”.

El Intransigente: Hay, en cambio, otros nietos que han optado por otro tipo de militancia, que hoy son diputados u ocupan cargos en ministerios nacionales. ¿Vos crees que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner cooptaron esa lucha militante?

Victoria Moyano: Lo que pasó con el gobierno de los Kirchner fue que, cuando Néstor tuvo que legitimar ese 22% de votos que obtuvo en las elecciones nacionales, tomaron las banderas de algo muy sentido: la lucha por los Derechos Humanos en este país. En ese sentido, muchos de los organismos de Derechos Humanos se han acercado políticamente y han defendido toda la gestión kirchnerista. Creo que, por principios, los organismos de Derechos Humanos deberían mantenerse independientes de todos los gobiernos y del Estado, que son los que vulneran la libertad democrática. Yo tengo una posición muy crítica sobre cómo ha actuado este gobierno con la política de Derechos Humanos”.

El Intransigente: El gobierno y algunos organismos de Derechos Humanos sostienen y defienden al Jefe del Ejército, César Milani.

Victoria Moyano: Creo que de ninguna manera puede estar al frente del Ejército un personaje perverso como Milani después de todas las denuncias que hay alrededor de su persona sobre delitos de lesa humanidad. Ese caso fue una divisoria de aguas alrededor de la valoración de la política de Derechos Humanos de este gobierno. Desde hace muchísimos años vengo exigiendo la apertura de los archivos, es decir,  las nóminas de las fuerzas que revistieron en los centros clandestinos entre el 76 y el 83, para poder acceder a los datos de dónde podrían estar nuestros hermanos y nuestros padres. Pero este gobierno, al igual que los anteriores, no ha querido entregar esas nóminas. Entonces, todo lo que avanzamos en materia de Derechos Humanos es producto de la lucha incansable de las organizaciones y no de este gobierno. Por eso no compartimos la lectura con otros nietos y otros organismos”.

El Intransigente: ¿Servirá la aparición de Guido como incentivo para que otras personas que duden de su identidad se acerquen a Abuelas?

Victoria Moyano: Es posible, de hecho ya se habla que hay jóvenes que se han acercado a conocer su identidad. Pero, como te dije anteriormente, me parece que es una política insuficiente. Nosotros no podemos dejar todo en manos de las dudas de los jóvenes, en que se animen denunciarlo y, luego, que se animen a hacer el ADN. Esa responsabilidad no puede quedar en nuestras manos. Es la inversión de la prueba. Nosotros tenemos que probar todo. Si es el Estado el que desapareció a nuestros padres, es el mismo Estado el que tiene que devolvernos nuestra identidad”

Por Guido Baistrocchi - para El Intransigente

lunes, 18 de agosto de 2014

Una causa que pueda arrojar luz sobre la apropiación de Ignacio Guido Montoya Cartlotto

Los 21 secuestros en Olavarría

En Olavarría funcionó el campo clandestino de detención Monte Peloni. En septiembre comienza un juicio contra los militares represores y podrá dilucidarse la relación con el fallecido empresario rural Pancho Aguilar.

 Por Irina Hauser

La ciudad de Olavarría y los crímenes de lesa humanidad que allí se cometieron durante la última dictadura recobraron dimensión a partir de la restitución de Ignacio/Guido Montoya Carlotto, quien creció en un campo de la zona criado por una pareja de trabajadores rurales. El interrogante sobre cómo y a través de qué nexos llegó hasta allí, teniendo en cuenta que su mamá, Laura Carlotto, estuvo secuestrada en La Cacha, en La Plata, conduce al intento por desentrañar las complicidades civiles y militares en el pueblo, que de todos modos exceden este caso y han sido un sello local. Olavarría tuvo su propio centro clandestino, llamado Monte Peloni, y casualmente el juicio por 21 casos de secuestros y torturas ocurridos allí comenzará el próximo 22 de septiembre. Un tribunal oral de Mar del Plata se trasladará al lugar de los hechos para llevar adelante las audiencias. Estarán en el banquillo por secuestros, torturas y homicidio los principales responsables del Ejército en el área 124, empezando por el jefe, Ignacio Verdura; el jefe de Inteligencia, Walter Grosse; el oficial Horacio Leites y el suboficial mayor retirado Omar “Pájaro” Ferreyra, conocido por cumplir funciones en democracia cuando el ex intendente radical Helios Eseverri lo puso a cargo de Control Urbano.

El juicio en puerta no tiene relación directa con la apropiación del nieto de Estela Carlotto, pero inevitablemente lleva a poner la atención sobre el entramado cívico-militar. Una denuncia que recibió Abuelas de Plaza de Mayo cuatro años atrás, como informó Página/12, señalaba como presunto entregador de Ignacio/Guido, cuando era apenas un bebé, al empresario rural Carlos Francisco “Pancho” Aguilar, dueño del campo Los Aguilares, donde trabajaba el matrimonio que finalmente lo crió. En la presentación que recibió Abuelas, el denunciante daba precisiones sobre la vida del joven y describía a Aguilar (quien falleció en marzo) como un personaje con fuertes vínculos con las Fuerzas Armadas y con la Iglesia. También dirigió la Sociedad Rural local y fue candidato a concejal de Unión PRO en 2007. En Olavarría es vox populi que, como era experto en caballos y practicaba equitación, se vinculó con varios militares, entre ellos con Verdura, que era el jefe del Regimiento de Caballería de Tanques 2.

Verdura está preso y es un acusado clave del juicio que comienza. Un dato que ha llamado la atención de los investigadores es que Ignacio, el nombre de crianza de Guido Montoya Carlotto, es el nombre de pila de Verdura. Ha sido común que los entregadores figuren como padrinos de los niños robados o que les pongan algún nombre vinculado con ellos.

La historia de la actuación del terrorismo de Estado en Olavarría muestra que la persecución siguió cierta “lógica”: en la antesala y los inicios de la dictadura, tras el golpe de 1976, estuvo focalizada en los trabajadores, luego se trasladó a los abogados que los defendían, y por último en el movimiento estudiantil. Las primeras detenciones, algunas disfrazadas de legalidad en comisarías y en la cárcel de Azul, afectaron a los obreros de FABI (Fábrica Argentina de Bolsas Industriales) que intentaban organizarse. La represión llegó luego a los trabajadores de Loma Negra, que habían hecho un paro ante la falta de respuesta a sus reclamos. La empresa convocó al Ejército y también hubo detenciones. Pasó algo similar en otra firma, Ladrillos Olavarría Sociedad Anónima (LOSA), donde acusaban a los empleados de sabotaje.

“A los trabajadores detenidos, mi papá los sacaba de la comisaría”, recordó Matías Moreno, hijo de Carlos Moreno, abogado laboralista que representaba a AOMA, la asociación de los obreros de las cementeras, en especial de Loma Negra. Moreno fue secuestrado en Olavarría y llevado a Tandil, donde estuvo cautivo en una chacra de los hermanos Emilio y Julio Méndez, fue torturado, intentó escapar y terminó asesinado de un disparo en el pecho en mayo de 1977. El fallo que condenó a tres integrantes del Ejército y a los Méndez en marzo de 2012 fue emblemático, no sólo porque avanzó sobre esos civiles vinculados con el aparato represivo que había cedido su casaquinta como centro clandestino sino porque, con las pruebas surgidas, ordenaron abrir una investigación sobre el directorio de Loma Negra –que presidía la fallecida Amalia Lacroze de Fortabat– y otra sobre miembros de la Corte Suprema bonaerense y el entonces ministro de Gobierno, Jaime Smart, por la difusión de un comunicado falso del Primer Cuerpo de Ejército que presentaba el homicidio como un enfrentamiento.

“Aunque casi todos los miembros del directorio fallecieron, se pudo demostrar que, antes de la dictadura, Loma Negra daba pérdidas y en dictadura triplicó sus ganancias. Luego del secuestro de mi papá, que tuvo un objetivo disciplinador, bajó el costo laboral. Todos los secuestros tenían ese objetivo”, dijo Moreno hijo, y recuerda que otros dos abogados de Olavarría secuestrados fueron José Alfredo Pareja y Mario Gubitosi. El tribunal federal marplatense que juzgó el asesinato de Moreno –integrado por Roberto Falcone, Mario Portela y Néstor Parra– se trasladó a Tandil para hacer el juicio. A Olavarría irán los mismos jueces, con el mismo gesto de hacer las audiencias en el escenario de los secuestros y las desapariciones. Los fiscales serán Walter Romero y Marcos Silvagni. Las querellas estarán representadas por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense, con los abogados César Sivo y Manuel Marañón.

“Olavarría, una ciudad de no más de 100 mil habitantes, tenía a mediados de los ‘70 un movimiento estudiantil y juvenil con participación y militancia fuerte, al que también le llegó la represión”, cuenta Carmelo Vinci, de la Comisión por la Memoria de Olavarría y sobreviviente del centro clandestino Monte Peloni. Su caso es uno de los que entrarán en el juicio del mes próximo, que se hará en la Universidad del Centro. La fecha de su secuestro coincide con el inicio de las audiencias: fue un 22 de septiembre, pero de 1977. A la madrugada se lo llevó una patota del Ejército, fue torturado con picana eléctrica y pasó 15 días sin ingerir alimentos, el modo en que habitualmente se iniciaba la detención ilegal allí, según contaron varios sobrevivientes. Igual que él, todas las personas secuestradas que pasaban por allí eran estudiantes militantes, sobre todo de la Juventud Universitaria Peronista, de la Unión de Estudiantes Secundarios y del Frente Territorial.

Monte Peloni era un establecimiento rural ubicado en Sierras Bayas y se sabe que funcionó como campo de concentración por lo menos en 1977. Tenía unas 323 hectáreas y estaba cerca de las rutas 226 y 76. El edificio principal era un casco de estancia, con techo a dos aguas, ventanas enrejadas y pisos de ladrillo. Estaba entre las sierras, protegido por una ladera, rodeado por un bosque y se llegaba por un camino de tierra. El centro clandestino dependía del Regimiento de Caballería de Tanques 2 “Lanceros General Paz” de Olavarría. El viejo casco fue declarado Monumento Histórico Provincial y Patrimonio Cultural.

La cadena de secuestros en los que se concentrará este juicio comenzó con la detención ilegal en Tandil de un subcomisario, Francisco Nicolás Gutiérrez, el 13 de septiembre de 1977. Quería que marcara dónde vivían su hija Isabel Gutiérrez y su yerno, Juan Carlos Ledesma, quienes fueron secuestrados en Olavarría un día después y continúan desaparecidos. Muchos de los que serían secuestrados a continuación tenían como rasgo común que eran jóvenes que venían escapando de La Plata para instalarse en Olavarría. Los dos homicidios que serán juzgados son los de Jorge Oscar Fernández y Alfredo Serafín Maccarini. Este último había sido guardiacárcel en el penal de Sierra Chica, tenía contacto con los presos políticos y las Fuerzas Armadas lo rotularon como un traidor. La única mujer sobreviviente que declarará en este juicio es Lidia Araceli Gutiérrez, torturada y violada en Monte Peloni.

Los represores que estarán en el banquillo se encuentran todos detenidos. Verdura tiene prisión domiciliaria en Corrientes, aunque el tribunal le exigió que para el juicio fije domicilio en Olavarría. Vinci recuerda que en democracia “Verdura fue ascendido a jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, en Córdoba”. Estaba en ese cargo en 1986 el día que el entonces presidente Raúl Alfonsín se salvó de un atentado cuando fue hallada (y desactivada) una bomba en una alcantarilla precisamente del Tercer Cuerpo por donde pasaría. Grosse, capitán retirado y oficial de Inteligencia de la plana mayor, está detenido en Marcos Paz, igual que Ferreyra, suboficial mayor que integró el grupo de operaciones del Escuadrón del Regimiento de Olavarría, y que Leites, teniente retirado que participó del golpe de Estado del ‘76. El coronel retirado Juan Carlos Castigani falleció hace un año. Este juicio es sólo un inicio, porque habrá otro por 23 víctimas más, con unos 70 imputados.

Moreno hijo cuenta la coincidencia de que con su familia vivían exactamente al lado de Verdura, compartían la medianera. “El día que lo secuestran a mi papá, el colimba que siempre estaba apostado allí en la vereda, casualmente no estaba”, cuenta. Igual que muchos en Olavarría, Matías Moreno dice: “Tengo la impresión de que este juicio que viene destapará muchas cosas, complicidades civiles que no se conocen”.

jueves, 14 de agosto de 2014

El apropiador de Guido y la sombra de Amalia Fortabat en la Olavarría sangrienta

El hombre que apropió a Guido Montoya-Carlotto era un influyente miembro de la Sociedad Rural. 

El crimen del abogado platense Carlos Moreno y los cabos sueltos que la Justicia debe atar sobre empresarios y militares en la ciudad de Fortabat.

Carlos Moreno, el abogado platense asesinado en 1977 por defender a obreros de Loma Negra S:A.
 
Detrás de la alegría por la recuperación del nieto secuestrado de Estela Carlotto hay una historia terrible, medular, que la Justicia ahora deberá desentrañar. El objetivo no pasa solamente por conocer lo que pasó con Guido sino lo que pudo haber pasado con otros Guidos apropiados en las mismas condiciones y por personas con las mismas influencias políticas, económicas y sociales que el "influyente" que lo llevó desde el Hospital Miitar de Buenos Aires a Olavarría. Conocer el camino que le hicieron seguir a ese bebé puede, por ejemplo, permitir echar luz sobre las sombras que hace 37 años rodean a la apropiaciòn de Clara Anahi, la nieta de Chicha Mariani.
De ahi y no de otro lado, la importancia de la tarea judicial emprendida por la jueza María Romilda Servini de Cubría y el valor de los datos que pueda aportar Guido Montoya Carlotto sobre su infancia, su adolescencia y las razones por las que un día, después de 35 años, decidió hacerse un ADN.
OLAVARRIA, TIERRA DE PLOMO Y CEMENTO

En ese escenario, el distrito bonaerense de Olavarría constituye una de las claves del caso. Además de ser cuna del Servicio Penitenciario Bonaerense ha sido, durante la dictadura militar, emblema de un sector de la burgesía empresaria nacional a partir de un nombre emblemático: Amalia Lacroze de Fortabat y la empresa cementera Loma Negra, que heredó de su difundo marido, Luciano y que administró durante décadas junto a su mano derecha: el rígido Coronel Prémoli.
- "Cabos, hay que atar cabos", dijo una fuente a Diario Full mientras en la noche posterior a la apariciòn de Guido, tiraba sobre la mesa de un café ubicado en 7 y 43, en La Plata, una copia del expediente y la sentencia por el aesinato del abogado platense Carlos Alberto Moreno.secuestrado en Olavarría el 29 de abril de 1977, torturado en un centro clandestino de detención de Tandil y asesinado al intentar huir de sus captores.
Por ese homicidio el Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata condenó a tres militares y dos civiles. Esos dos civiles, "hombres de campo", fueron acusados de prestar una estancia que poseían para armar el "chupadero" donde detuvieron y ejecutaron a Moreno.
AMALIA FORTABAT, IMPUTADA

El día después de conocida la sentencia, el periodista Pablo Roesler escribió en el diario digital Diagonales: "Amalia Lacroze de Fortabat murió en el justo momento en que su nombre comenzaba a repetirse en el juicio por el secuestro y asesinato en dictadura de Carlos Alberto Moreno, un abogado laboralista representante de trabajadores de la cementera Loma Negra, empresa con la que la mujer amasó su fortuna. Dejó de existir también en el justo momento en que el máximo asesino del país, Jorge Rafael Videla, recordó el acompañamiento de los empresarios nacionales al proyecto político económico de los genocidas. Por eso con su muerte se instala la urgencia de avanzar en el análisis de las posibles complicidades civiles de la dictadura. Pero aunque quizá la muerte la haya dispensado de la instancia de la justicia, su rol durante los años de plomo será, de una u otra forma, develado por el proceso de Memoria, Verdad y Justicia". Unos meses antes, cuando el juicio no había terminado, la viuda de Moreno había pedido públicamente avanzar sobre Amalia Fortabat y citarla a declarar como imputada en el crímen de su marido, cuyo nombre lleva ahora una calle de Tandil en homenaje a su lucha y compromiso social.
LA ENFERMEDAD DEL CEMENTO
¿Y por qué mataron a Moreno?. Por aquellos años Moreno era abogado de un grupo de trabajadores cementeros nucleados en la Asociación de Obreros Mineros Argentinos (AOMA) y la mayoría de sus clientes los contaba entre los obreros de la cementera Loma Negra, que Lacroze de Fortabat vendió en 2005 a un grupo brasilero. Los hombres habían contraído una terrible enfermedad, mortal, la silicosis una intoxicación pulmonar con sílice. Morían antes de poder jubilarse por el contacto con el cemento.
Se reclamaba judicialmente a la empresa que invirtiese en maquinaria y equipos modernos para embolsar el cemento y evitar el contacto físico con ese material. Cuentan que el Coronel Luis Prémoli puso en grito en el cielo. Los costos de producción se irían a las nubes
“Era mucho más barato mandar a secuestrar y matar al Negro Moreno que solucionar los problemas de salud de los trabajadores de Loma Negraa", dijo al borde las lágrimas Susana Mabel Lofeudo de Moreno, viuda de Carlos Alberto Moreno en un artículo publicado en La Voz de Tandil. Durante el juicio declararon el hermano de la víctima, Héctor Alfredo, sus hijos Martín y Matías (uno de ellos es actual funcionario de la Municipalidad de La Plata) y el abogado Adolfo Rocha Campos, quién presentó junto a otros colegas de esa región bonaerense un hábeas corpus que no logró evitar el trágico final con que se encontró la vida del laboralista olavarriense.
Martín, el hijo más chico del abogado, que todavía estaba en la panza de su madre cuando mataron a Moreno, recordó lo que falta: “Ahora vamos por los empresarios de Loma Negra, que son los verdaderos responsables de la muerte de mi padre, porque eran los perjudicados de que se investigue y se exijan condiciones de trabajo dignas para sus empleados”.
LA SOCIEDAD RURAL DE OLAVARRIA
En un artículo escrito en Página 12, el periodista Por Diego Martínez pintó una inmejorable postal de la Olavarría de los tiempos de la dictadura, cuando mataron al abogado platense Carlos Moreno.
"La relación de la cementera Loma Negra con el terrorismo de Estado está en la mira de la Justicia. El fiscal Daniel Adler y el abogado César Sivo, representante de la familia de Carlos Moreno, abogado de los obreros de la empresa hasta su asesinato en 1977, le pidieron al Tribunal Oral Federal 1º de Mar del Plata que promueva una investigación criminal contra los directivos de la firma que desde 1976 dirigía Amalia Lacroze de Fortabat, que murió impune el mes pasado.
Los letrados, en sus alegatos, pidieron penas de prisión perpetua para los coroneles retirados Roque Pappalardo y Julio Tomassi, y para el suboficial José Luis Ojeda, como coautores de la privación ilegal de la libertad, las torturas y el asesinato de Moreno. Para los hermanos Emilio y Julio Méndez, dos civiles que facilitaron su chacra de Tandil como centro clandestino, Sivo pidió veinte años de prisión; Adler 16 y 14 años respectivamente".
Y al contar detalles sobre la vida de los imputados, dijo: "Tommasi era jefe de área, un burócrata orgulloso de su eficaz subordinado Pappalardo. Pappalardo “hizo historia en Tandil: varios sobrevivientes lo reconocieron en la tortura. Yo no compartía el método, dijo el militar en el juicio, con crucifijo y rosario en mano. En el caso específico fue quien ordenó recapturar a Moreno. Se ocupaba de custodiar los intereses de las empresas que perdían juicios por demandas de sus empleados, dijo el fiscal. En el caso de la Cooperativa Cretal mencionó dos secuestros de “actores del juicio”. En el caso de Loma Negra fue más lejos: directamente secuestró al abogado de los trabajadores. El mismo grupo operativo, los mismos intereses: que las empresas no sufran el ejercicio de los derechos laborales de los trabajadores”.
"ALCAHUETES DE MILITARES"
El cabo primero Ojeda, según testigos, persiguió a Moreno a los tiros tras la evasión e informó a Pappalardo. Los Méndez aportaron su propiedad como centro clandestino. “Alcahuetes de los militares”, los definió Matías Moreno, hijo del abogado. Emilio Méndez, que reconoció su relación con los militares, era gerente del Banco Comercial de Tandil y vicepresidente de la Usina Popular.
“El trueque era evidente”, dijo el fiscal. “Cedieron su chacra a los militares, que tenían el poder político, económico y social, y mantuvieron su cuota de poder, todos manchados con sangre”, resumió.
“Moreno era una molestia para el poder económico”, destacó el fiscal. Recordó que junto a su socio Mario Gubitosi “se metieron de lleno con el tema de la silicosis”, enfermedad que sufrían los obreros, e intercedieron por despidos y aportes. Destacó el rol del juez Carlos Pagliere, que en plena dictadura “selló el destino de los imputados” al recoger pruebas, y se detuvo en los indicios de la relación de Loma Negra con los militares y “la posibilidad de que estemos frente a un crimen por encargo”.
El superintendente Ernesto Cladera le dijo al socio de Moreno “que no molestaran, que había ido el jefe del regimiento y que haga la lista de los que andaban jodiendo, que él era dueño de la vida y de los bienes”.
El hijo del vicepresidente de la cementera contó que ambos abogados eran “muy mal nombrados” en las reuniones de empresarios y militares".
Reuniones de abogados y militares de Olavarría...
La viuda de Moreno, en tanto, reiteró en varios tramos de su declaración el protagonismo central del por entonces Teniente del Regimiento de Ejército en Olavarría Ignacio Aníbal Verdura, vecino de la víctima, quien si bien en principio argumentó desconocer las circunstancias en las que fue secuestrado el abogado terminó facilitando la restitución del cuerpo sin vida, pero en la morgue de la ciudad de La Plata.
LOMA NEGRA
Lo cierto es que la mujer además aseveró que luego debieron afrontar un violento desalojo de su domicilio como consecuencia de “un operativo ordenado por Verdura", que terminó informando a la viuda cómo podría recuperar los restos de su marido. “El cuerpo lo vas a tener, pero para llevarlo a cualquier lugar menos a Olavarría", fue una de las frases que usó el militar, antes de indicarle que finalmente sería en la morgue platense, tal como narró la viuda al tribunal.
Los imputados son dos militares de apellido Pappalardo y Tomassi y tres civiles, entre ellos los hermanos Méndez, conocidos en Olavarría por su rol de productores rurales.
En su sentencia, conocida el año pasado, los jueces dijeron que "las pruebas acumuladas hacen sospechar que integrantes del directorio de la cementera Loma Negra pudieron inducir los delitos, corresponde remitir las copias de los antecedentes para que los investigue la Justicia”.
"Hay que atar cabos", insistió anoche el informante.
SECRETOS A LA TUMBA
El apropiador de quien fuera el bebé Guido Montoya Carlotto era un destacado vecino de Olavarría. Un hombre con fuertes relaciones con el poder político y empresario de esa ciudad. Periodistas de Radio Rivadavia primiciaron señalando que el apropiador pertenecía a la Sociedad Rural de Olavarría, una de las seccionales más fuertes y emblemáticas en el mosaico de esa entidad a nivel nacional.
- "Pueblo chico, infierno grande. La misma ideología, las mismas relaciones, los mismos intereses. Si van por ahi, algo pueden llegar a encontrar", insistió el confidente mientras ojeaba delante de Diario Full la causa Moreno en la que se ven imágenes que, pese al tiempo y la borrosidad de las fotocopias, todavía estremecen.
Estela Carlotto se ha ocupado por estas horas de "proteger" a Clemente y Juana Hurban, los peones rurales que criaron a Guido. Vivían en un campo del pueblo de Loma Negra, el pueblo cuya fundación fue inspirada en Luciano Fortabat y en su cementera. Si hasta llegó a tener un equipo de fútbol que estuvo a punto de subir a primera división y en el que descollaron, entre otros, Charly Carrió. Así el poder de Amalita, así el poder de Loma Negra. Así el poder de Olavarría y sus vinculaciones con una de las dictaduras más sangrietas que conoció América Latina.
El apropiador que tomaba whisky caro en el salón de reuniones de la Sociedad Rural de Olavarría y que, uno se imagina, una noche golpeó la puerta de la humilde casita de sus peones Clemente y Juana y les entregó un bebé, murió hace dos años.
Después de la muerte de ese hombre, el destacado músico Ignacio "Pacho" Hurbán, decidió hacerse un ADN para conocer su verdadera identidad.
Una de las preguntas que la jueza Servini de Cubría le hará seguramente a Guido es si conoció, en su infancia o juventud, a ese hombre.
Un hombre de la Sociedad Rural que por lo visto sabía y podía conseguir bebés en aquellos años de plomo.
Y que quizá se ha llevado a la tumba secretos valiosos. Para Guido y acaso para los otros 400 nietos que faltan restituir.


Clara Anahí cumple 38 años y Chicha la sigue buscando

 La beba fue robada cuando tenía tres meses, durante el ataque a la casa de la calle 30. Nació el 12 de agosto de 1976, y su abuela sigue luchando para encontrarla. El sábado se realiza la tradicional ceremonia de cumpleaños en ausencia.

Por Redacción Diagonales

El próximo sábado se celebrará en ausencia el cumpleaños 38 de Clara Anahí Mariani, quien fue apropiada por represores durante la última dictadura cívico militar cuando tenía tres meses y desde entonces es intensamente buscada por su abuela María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani. La beba, robada cuando tenía tres meses, nació el 12 de agosto de 1976.

El "cumpleaños en ausencia por su desaparición forzada" se celebrará desde las 15 frente a la Casa Mariani-Teruggi, ubicada en la calle 30 N° 1134 e\ 55 y 56.

La conducción del acto estará a cargo de Cristina Solano, quien además leerá los mensajes, y hablarán el abogado Alejo Ramos Padilla, Juez Federal de Dolores; e integrantes del equipo de guías de la Casa. Luego se escuchará una canción interpretada por alumnos del Liceo Víctor Mercante y al coro Nonthué conducido por Silvina Cañoni.

El acto finalizará con la tradicional suelta de globos, uno por cada año de vida cumplido, mientras permanece secuestrada sin conocer su origen y su verdadera identidad.

El 24 de noviembre de 1976 la casa de Diana Teruggi y su esposo Daniel Mariani fue atacada por las fuerzas represivas.

Diana fue acribillada por la espalda y cayó cubriendo con su cuerpo a su pequeña hija Clara Anahí, que fue secuestrada por los represores y hasta el momento no pudo ser recuperada. Daniel Mariani, padre de la beba e hijo de Chicha, no estaba en la propiedad al momento del ataque, pero fue asesinado el 1º de agosto de 1977.

En el ataque también fueron asesinados sus compañeros de militancia, Daniel Mendiburu Eliçabe, Roberto César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Alberto Oscar Bossio.

En la casa, declarada sitio de memoria, funcionaba una imprenta que publicaba la revista "Evita Montonera" donde se denunciaron por primera vez las desapariciones de personas durante la última última dictadura militar, los denominados "vuelos de la muerte" y la existencia de centros clandestinos de detención.

La propiedad exhibe en su frente varios cientos de orificios de bala que impactaron durante el ataque de las fuerzas represivas y un enorme boquete provocado por un proyectil de tanqueta que atravesó esa pared y otra más del interior.

martes, 12 de agosto de 2014

El presunto entregador de Ignacio/Guido

El gran bonete

Francisco Aguilar fue candidato de Unión-PRO en 2007. Ninguno de los integrantes de lo que fue ese espacio se hace cargo.

 Por Werner Pertot

El presunto entregador de Ignacio/Guido Montoya Carlotto, Francisco Aguilar, fue candidato suplente a concejal por la lista de Unión-PRO en 2007, cuando Mauricio Macri y Francisco de Narváez eran aliados. ¿Cómo llegó a formar parte de esa lista? Desde los partidos que integraron esa alianza se pasaron la pelota: nadie se quiso hacer cargo de la presencia del presunto entregador. “La séptima sección electoral (Olavarría) la armó De Narváez”, lanzaron desde el PRO bonaerense. Desde otro sector, indicaron que los integrantes de la lista eran cercanos a la diputada macrista Gladys González, quien dice que no tuvo nada que ver. Página/12 conversó con quien encabezó esa lista como candidato a intendente, el empresario rural Julián Abad, quien dijo que lo conocía de la Sociedad Rural local. “Se acercó como un vecino más”, intentó minimizar.

Aguilar es una de las figuras clave de una de las líneas de investigación por las que se intenta determinar cómo llegó a Olavarría el nieto de Estela de Carlotto. El empresario rural sería dueño del campo donde se crió Ignacio/Guido, tenía un lazo muy cercano con las Fuerzas Armadas, fue presidente de la Sociedad Rural local, del club Estudiantes y del Centro de Equitación de Olavarría. Su incursión en la política partidaria fue en 2007, bajo la escudería de la alianza Unión-PRO. Falleció en marzo de este año y poco después el nieto recuperado se enteró de que no era el hijo biológico de los peones rurales que lo criaron.

En 2007, Aguilar entró a la sede de Unión-PRO, que habían inaugurado frente al municipio, junto con el resto de los candidatos. “Nos sentimos identificados con estos empresarios que deciden saltar a la política. Nosotros estamos haciendo lo mismo”, dijo Abad, candidato a intendente por esa lista en 2007. Tanto él como Aguilar eran empresarios rurales.

Conocidos los antecedentes de Aguilar en el caso Carlotto, entre Unión Celeste y Blanco y el PRO comenzaron a pasarse la responsabilidad por el armado de aquella lista como si fuera una papa caliente. “En la séptima, las listas las armó De Narváez”, fueron tajantes en el macrismo bonaerense. La pelota pasó al lado de De Narváez. En el espacio del Colorado no quisieron sumarse al mismo juego. Pero una fuente del peronismo de Olavarría destacó que aquella lista fue armada por la diputada macrista. La pelota volvió al lado del PRO.

“Esa lista fue armada para que entrara como concejala Carola Patané, la amiga de Gladys González. Los que la integraron eran gente de confianza de ellos”, sostuvieron desde el peronismo local. “No participé del armado en la provincia. Era directora del Banco Ciudad en 2007”, contestó González a la consulta de este diario. Sí confirmó su relación con Patané.

“Luego de que ganó Patané, Abad quiso ser candidato a diputado en 2009 y no lo dejaron. Le agradecieron por los servicios prestados y lo borraron de un plumazo. Terminó siendo funcionario del intendente José Eseverri”, indicó el dirigente del peronismo local. Eseverri actualmente forma parte del Frente Renovador. En diálogo con este diario, el ex candidato Julián Abad recordó que Macri no fue a Olavarría a apoyarlo, pero sí De Narváez. Sobre la participación de Aguilar, consideró que “se sumó como un vecino más. Venía de la Sociedad Rural. Nos conocíamos de ese ámbito. Fue una participación en la política local”.

La abuela Tenchi

La abuela Tenchi

Ignacio/Guido Montoya Carlotto, el nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, difundió ayer, a través de su cuenta de la red social Twitter (@IgnacioHurban), una foto junto a su abuela paterna, Hortensia Ardura, con quien se encontró por primera vez el viernes último. “La abuela Tenchi... Todo felicidad. Gracias!”, escribió junto a la foto, en la que se los puede ver sonrientes, abrazados, ella en un sillón y él sentado a su lado en una silla y tomándola de los hombros. Hortensia es la madre de Walmir Montoya, pareja de Laura Carlotto, ambos asesinados durante la última dictadura.

Por que los jóvenes se acercan a las abuelas en busca de su identidad

La estrategia de la duda

El nieto de Estela de Carlotto llegó a la institución luego de campañas que apuntan a interpelar a los nacidos entre 1976 y 1983. Esas convocatorias también arman una red social y cultural que sostienen la necesidad de saber la verdad.

 Por Alejandra Dandan

La librería Insurgente de Olavarría lo cruzó varias veces con Juan Weisz, otro hijo de desaparecidos. Pasó por Música por la Identidad. Están sus tuits, uno sobre el dictador Jorge Rafael Videla, otro un 24 de marzo. Mensajes lanzados a una comunidad con la que se comparte un lenguaje. Ignacio/Guido Montoya Carlotto se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo hace menos de dos meses, pero llegó habiendo atravesado distintos espacios que lo emparentaron con su historia antes de decidirse a hacer la prueba de ADN. La noticia de su recuperación fue una ocasión para repensar esa trama: la red que generó el trabajo de las Abuelas en clave de comunicación y para rastrear las corrientes que lo arrastraron a él hasta ahí, pero que al mismo tiempo arrastraron a quienes salieron inmediatamente a festejarlo. Hubo un mensaje que llegó.

Abel Madariaga es parte de la casa de las Abuelas desde siempre. Camina por un pasillo de ida y de vuelta y otra vez de ida y de vuelta cuando se entera de que un nuevo joven fue identificado. Es un padre entre las Abuelas y encontró a su hijo Francisco en 2010. “En 1986 y luego, mientras estaban en vigencia el indulto y las leyes de impunidad, de obediencia debida y punto final, las Abuelas pensaban que al volver la democracia les iban a devolver a sus nietos, y no ocurrió. Yo ya participaba de Abuelas y escuché en ese momento a una de ellas que dijo algo que me impactó: ‘Cuando sean grandes nos van a buscar’. Cero logros tuvimos en esa etapa, pero a mí me quedó dando vueltas en la cabeza esa idea. Hará unos veinte años, un día, cuando los chicos empezaron a ser grandes, inventamos una consigna que la pusimos en un volantito que hicimos de prueba. Decía: ‘Si dudás, te esperamos con amor. Abuelas de Plaza de Mayo’. ¡Era una tirita mal impresa! Un asco comunicacionalmente, pero era lo que uno sentía. Y ahí empezamos a dar los primeros pasos.”

Los pasos evolucionaron. 1997 marcó un punto de quiebre. Cuando se cumplieron veinte años de la fundación de Abuelas, eran 59 los chicos que habían recuperado su identidad. “Cuando las Abuelas tomaron conciencia de que sus nietos habían crecido y que eso implicaba la posibilidad de contar con ellos en la búsqueda de su identidad, cambiaron la metodología de búsqueda: ya no se trataba de buscar a los niños, se trataba de acercar a los jóvenes a las Abuelas”, explica la página web de la institución.

Hubo festivales de rock, pusieron colores a los mensajes cuando el resto de los organismos de derechos humanos usaba blanco y negro y articularon con otros. Llegó Teatro por la Identidad, pero también la anulación de las leyes de punto final y obediencia debida. La Justicia empezó a decir que lo que había pasado estaba mal: estaba mal torturar, desaparecer y robar niños. Otro 24 de marzo. La necesidad de llegar a los pueblitos. Telefe pasó la novela Montecristo, cuya protagonista era una joven apropiada durante la última dictadura. Llegó Música por la Identidad, Tango, el acompañamiento de futbolistas y concursos hasta por tuiter. En medio de todas esas actividades, las condenas por el plan sistemático de apropiación de niños y un juicio oral en Azul por un abogado de Olavarría asesinado durante la dictadura.

Tatiana Ruarte Britos recuperó su identidad en 1980, cuando tenía 6 años. “Está bueno ampliar la pregunta sobre cómo se llega –dice–. Guido hizo un recorrido del que hablará él, pero que haya iniciado la búsqueda al participar de Musica por la Identidad, aproximándose a su modo y finalmente, que haya sucedido esto, parece como mágico. Por eso es tan importante no sólo la bajada institucional, sino los lazos y las redes que se generan. El tenía amigos de amigos en común, estaba en el círculo.”

Esta idea de un lazo político o cultural que se fue tejiendo en estos años por el trabajo de las Abuelas también pareció oírse el viernes en la conferencia de prensa que dio el nieto de Estela de Carlotto.

Valeria Barbuto es antropóloga y representante de los organismos de derechos humanos en el directorio del Espacio de Memoria ex ESMA. “Hubo ahí algo de lo que le pasa a él, pero que al mismo tiempo nos pasa a todos –dice–. Cuando dijo: ‘Yo estoy contento por esta gente que está contenta’. Eso para mí fue impactante, verdaderamente, y creo que es una frase histórica.”

En la Casa de las Abuelas no dejó de sonar el teléfono desde el martes. Llamaron de los lugares mas raros del mundo. Se encontraron notas en diarios de Malasia, de Japón y de Sudáfrica. Llamaron de Australia. Montaron cámaras equipos de Colombia, Chile y Brasil. Entre martes y viernes por la mañana, Abuelas recibió unos 200 llamados concretos de personas con consultas puntuales sobre su identidad. El martes hubo gente en la calle. “Se vio una respuesta social muy linda, porque nunca se amontonó tanta gente en la calle y yo nunca tuve que salir al balcón a saludar”, dijo Estela. Se habló del “nieto de todos”. El viernes un periodista le dijo a Guido/Ignacio algo así como “Quiero que sepas que sos la noticia más importante que me tocó cubrir en toda mi vida”.

“Personalmente –dice Tatiana– lo que me sucedió es haber tenido la misma sensación, pero a la inversa, del momento en el que encarcelan a Videla. Me salió eso del ¡¿cómo puede ser si esto no era posible?! Y sin embargo, sí, es cierto. Se te da vuelta toda la cabeza: algo que parecía infinitamente imposible se acaba de alcanzar, y esto simbólicamente en la sociedad va a dejar una marca super importante.”

Lita Boitano vivió hace unos días algo de esa sensación en su barrio. Vive en Barrio Norte. Cada vez que va a la carnicería, el carnicero suele esperar quedarse a solas para hablar de política, pero esta vez la foto de Lita al lado de Estela había aparecido en todos lados y todo el mundo se acercó a saludarla. En ese momento, sintió que ahí, en su barrio, entre sus vecinos, hostiles a ciertos temas, volvía a recuperar su condición de “madre”: “Yo sentí que volví a ser la madre de mis hijos desaparecidos”.

En Abuelas, el tono que alcanzó estos días la celebración por la noticia de Guido fue algo que sorprendió. Un dato nuevo. El más destacado.

Manuel Gonçalves, otro nieto que hoy es parte de la Comisión Directiva de Abuelas, pone en perspectiva histórica esta sensación: “Es innegable que en los últimos diez años se ha podido hablar de la identidad como no se había podido hacer antes –dice–. A mediados de los ’90 era un momento muy distinto, era otro país, la sociedad todavía decía que los chicos se tenían que quedar con las familias que los habían criado y dado de comer. Hoy no se discute eso. Entendimos que hay que saber la verdad. Y esto tiene que ver con las Abuelas enseñando a la sociedad y al mundo entero.”

Es en ese sentido en el que llegó el mensaje. Más allá de las estrategias de comunicación, esto terminó transformándose en parte de un sentido compartido. “Las estrategias de comunicación son muy buenas, inteligentes, pero vistas en el tiempo son mucho más que eso, son una acción permanente que logró transformaciones culturales y sociales muy profundas, igual que la acción del movimiento de derechos humanos logró un sentido particular sobre los derechos humanos y la democracia. En el reconocimiento del valor de la verdad, en lo que significa la identidad, la huella es profunda porque no se trata sólo de lo que pensamos sobre las apropiaciones en dictadura sino también sobre cualquier adopción. Lo que lograron imprimir las Abuelas son principios básicos sobre la vida como personas y como sociedad. No sé cuántas sociedades reconocen de esta manera a sus víctimas, seguramente pocas. Sin duda, una sociedad que acompaña a sus víctimas es una sociedad más democrática”, señala Barbuto. Más democrática respecto de otras sociedades, seguramente. Pero también más democrática respecto de sí misma, de ese sí misma poco tiempo atrás.

Pablo Gaona Miranda declaró en el juicio por su apropiación durante la dictadura

“Saber la verdad es genial, pero no es fácil”

Recuperó su identidad en agosto de 2012. Ayer dio su testimonio en el proceso en el que están acusados sus apropiadores y un militar que lo habría entregado, que también fue su padrino. “Lo hago por ellos”, dijo en relación con sus padres y su familia biológica.

 Por Alejandra Dandan


Pablo lo dijo dos o tres veces, de distintas maneras. Uno de los fiscales se lo preguntó más directamente: ¿Qué sentís 35 años después? ¿Qué se siente? “Más allá de la sensación que yo pueda tener después de haberme enterado la vida maravillosa que podría haber tenido –aseguró–, también lo hice por ellos, por esto de querer encontrarme. Trato de ponerme en la piel de mi abuela y de mis tíos y todavía no me explico cómo hicieron para aguantar la búsqueda y la ausencia. Esto es un poco por ellos.” Contó que recibir la noticia sobre quiénes fueron sus padres y conocer a su familia fue “sensacional”, pero que “recuperar la identidad se trabaja día a día”. Así empezó ayer el juicio por la apropiación de Pablo Javier Gaona Miranda. En la sala, frente a él, estaban sentados los tres acusados: la pareja que lo crió y una persona clave, el coronel retirado del Ejército Héctor Salvador Girbone, un hombre destinado a Campo de Mayo desde fines de 1977, primo hermano de uno de los apropiadores, que cumplió el doble rol de “padrino” y “entregador”.

Entre el público estaban los nietos y los HIJOS. Pablo pudo contar pausado buena parte de lo que le sucedió. También cómo su “madre de crianza” le pidió un día que no fuera a Abuelas, porque podían ir todos presos.

Sucedió a fines de 2008, explicó Pablo. “Cada entrevista que yo veía de un nieto que recuperaba su identidad o cada vez que escuchaba hablar a una Madre o una Abuela me conmovía muchísimo”, dijo. “Tuve una pelea con mi madre de crianza porque le dije que quería ir a Abuelas (de Plaza de Mayo) porque pensaba que era hijo de desaparecidos. Ella no me dijo nada, como dándole poca relevancia, pero al otro día se sentó llorando y me dijo que por favor no vea a las Abuelas porque ellos podían ir presos y nombró a Héctor (Girbone). Me dijo que ella no sabía lo que hacía en ese momento, que era muy joven.”

Después de esa conversación, Pablo no fue a Abuelas. No fue durante cuatro años.

–No hablamos más del tema. Hasta que después decido acercarme a Abuelas y hacerme el examen de ADN y se entera al día siguiente de mi identidad.
–¿Cuánto tiempo pasó?

–Eso fue a fines de 2008 y el 29 de junio de 2012 fui a Abuelas. La verdad es que era un pacto común. De no preguntar más. Después de una relación de 34 años a nadie le gustaría hacer daño, pero en la búsqueda de mi verdadera identidad y la de mis padres es que yo tengo que estar sentado diciendo esto.

Y dijo: “Yo quería saber cómo era la vida de la gente que iba recuperando su identidad. Sabía que no era un proceso fácil. Saber la verdad es genial, pero yo sabía que iba a ser un proceso duro y difícil. A ellos se los dije con el resultado en mano”.
–¿Cómo fue la reacción?

–En ese momento se sintieron mal, pero luego de uno o dos días me empezaron a preguntar qué día había nacido, quiénes habían sido mis padres. Quedó todo ahí, no hubo una mala reacción.
La declaración

Pablo recuperó su identidad en agosto de 2012. Un mes después, escuchó la declaración de otra nieta, Catalina de Sanctis Ovando, en el juicio de la apropiación en San Martín. Ese día dio una entrevista a este diario: “Fue fuerte –dijo–, sobre todo porque me imagino que voy a tener que pasar por una situación similar”. Ayer ese día llegó. En la sala, entre el público, ahora estaba Catalina. También otros nietos, muchos: Victoria Montenegro, María José Lavalle, Guillermo Pérez Roisinblit, Tatiana Sfiligoy, Lorena Battistiol, Matías Reggiardo Tolosa, Manuel Gonçalves, integrantes de HIJOS y Abuelas. “¡Fuerza!” “¡Estamos con vos!”, le dijeron.

La fiscalía –Pablo Parenti, coordinador de la unidad especializada en casos de apropiación de niños, y Guillermo Friele– comenzó la rueda de preguntas. Al inicio contestó cortito. Pidió más preguntas. Y arrancó.

El es hijo de Ricardo Gaona Paiva y María Rosa Miranda, los dos militaban en el ERP. Pablo nació el 13 de abril de 1978 en el Hospital Rivadavia. Sus padres fueron secuestrados el 14 de mayo, luego de una reunión en Villa Celina. Pablo fue inscripto como hijo biológico de los apropiadores: Haydée Raquel Ali Ahmed y Salvador Norberto Girbone, ahora en juicio. Esas personas desde chico le dijeron que era “adoptado” y aunque la versión fue cambiando en algún momento, que lo habían “traído” de Misiones.

“Alrededor del año 2001 y 2002 empiezo a sospechar que podía existir esa posibilidad de ser hijo de desaparecidos. Primero porque me resultaba raro que me hubieran anotado en San Fernando, pero además porque había un militar en la familia que es mi padrino. Pasé muchísimos años tratando de negarlo, el solo hecho de pensar que podía ser verdad era un pesar muy grande para mí.”

Uno de los ejes del juicio será la reconstrucción de la cadena de complicidades por las que se lo quedaron. Y en esa lógica se investiga el rol del militar Girbone.

Ahora se sabe, y ayer lo dijo él mismo en el juicio, que en 1976 y 1977 estuvo destinado a Salta y a fines de 1977 pasó a la Escuela de Caballería de Campo de Mayo. Allí tuvo un puesto en la plana mayor con funciones como S-2 de Inteligencia. Primero dijo que en Salta había estado en el Operativo Independencia y luego en Campo de Mayo y que allí la tarea de la Escuela de Caballería era “pedagógica”, cuando en realidad la reconstrucción que hicieron los ministerios de Justicia y Defensa demuestra que las escuelas de los institutos militares cumplieron distintas funciones en el esquema represivo.

Otra prueba de la apropiación es el certificado de nacimiento falso que lleva la firma de un médico llamado Ricardo Nicolás Lederer. El médico es un obstetra que Girbone conoció en Salta. En 1978 los dos estaban cumpliendo funciones ya en Campo de Mayo. Lederer quedó asignado al Hospital Militar, donde funcionó la maternidad clandestina. “Es un médico respecto del que se señala un rol clave en maternidad clandestina de Campo de Mayo”, dijo el abogado Alan Iud a Página/12. “Pedimos para él la indagatoria, pero un mes después que hicimos esos pedidos se suicidó.”
La verdad relativa

Cada uno de los juicios de lesa humanidad suele ser singular pero a la vez tiene vínculos con otras causas. En este caso, uno de esos vínculos es la relación entre los roles del “entregador” y del “padrino”. En numerosos casos de apropiación de niños de la dictadura aquellas personas que cumplieron el rol de entregadores luego fueron nombrados “padrinos” por quienes recibían a los niños. Se sospecha que esto puede haber sido un gesto de agradecimiento, pero sólo es una hipótesis. Otro de los temas es la naturalización del tráfico de niños y el desprecio por la idea de la identidad.

Pablo creció en una casa en la que había dos niñas supuestamente traídas desde Misiones, de acuerdo con lo que dijeron sus apropiadores. Salvador Norberto Girbone en su indagatoria dio cuenta descarnadamente de alguna de esas impresiones. En la versión de los apropiadores, ellos recibieron a Pablo no del primo militar sino del padre de ese primo, que es un hombre que ahora no puede ser juzgado porque está muerto. Ambos aseguraron que no sabían que era hijo de desaparecidos.

“Nosotros siempre fuimos con la verdad relativa”, dijo. “Le habíamos dicho que era de Misiones. Incluso, cuando mostraban en televisión (un paisaje de Misiones), le decíamos: ‘De ahí sos vos, de ahí sos vos, como las hermanas, era para que se integre, que vea que era del mismo lugar.”

La mujer admitió: “Nadie me dijo que esto no se debía hacer. Creí que hacía algo bien”.

jueves, 7 de agosto de 2014

Jorge Montoya, hermano de Walmir Montoya, el otro tió del nieto recuperado 114

“Su aparición es una inyección de vida”

Cuando vio las fotos de su sobrino Guido encontró los rasgos de su hermano. Hace unos diez años se enteró de que probablemente Walmir hubiera tenido un hijo con una compañera. Ahora espera reunirse pronto con él.

 Por Irina Hauser

Apenas vio las fotos de su sobrino Guido que circulaban por los medios, Jorge Montoya encontró en su cara los rasgos de su hermano Walmir, asesinado durante la última dictadura. “¡La nariz! ¡Es igual!”, celebra, todavía pasmado. Cuando revuelve los recuerdos y las imágenes difusas de la última vez que lo vio, Jorge llora. Llora mucho. Se le mezclan los años, los días, los lugares, su búsqueda solitaria por distintas provincias, las personas que le hablaron de que lo habían visto en alguna parte. Pide disculpas por el embrollo. “Es un poco de negación pese a tantos años de terapia –explica– y otro poco es que se me hizo carne lo que habíamos pactado con mi hermano cuando nos veíamos en secreto: no sabíamos nada, de nada ni de nadie. Era el modo de protegernos.” Quizás eso, piensa, fue lo que le permitió sobrellevar la incertidumbre desde que hace cerca de diez años supo que posiblemente su hermano hubiera tenido un hijo, y desde que más adelante surgió la posibilidad de que fuera el nieto de Estela de Carlotto.

“Tengo mucha ansiedad por verlo, es el hijo de mi hermano, es mi familia. Pasaron muchos años y son muchas las emociones, se me vienen todas las imágenes juntas, el calor, el amor y también la bronca. Me pregunto cómo es que padre e hijo no se conocieron. Cuando baje la euforia voy a entender mejor de qué se trata todo esto, lo más genuino. Todavía no tuve contacto con Guido. El momento lo va a decidir él, pero no tengo dudas de que va a ser pronto. Su aparición es una inyección de vida. La prueba es mi mamá, que ayer estaba engripada y hoy tiene todas las pilas. Con sus 91 años, tiene las cosas muy claras”, dice Jorge en diálogo con Página/12.

A Walmir Montoya le decían Puño. “Todo el mundo piensa que es porque era rudo o peleador. Pero era simplemente un apodo familiar. Justamente acabamos de hablar de eso con mi mamá, y me contó que a ella le salía decirle Puñalito, y le quedó Puño. Su nombre, Walmir, lo eligió porque cuando ella estudiaba como pupila en La Plata conoció a una mujer que tenía un nietito que se llamaba así y le gustaba”, cuenta Montoya. Puño, su único hermano, era cinco años mayor que él, que ahora tiene 56. Vive en Caleta Olivia, en Santa Cruz, igual que su mamá, Hortensia. Los hermanos vivieron su infancia a 14 kilómetros de allí, en Cañadón Seco, un campamento de YPF donde había conseguido trabajo su papá, que había emigrado de España. Trabajaba en un depósito, pero había conseguido entrar por sus dotes como saxofonista. “YPF tenía un gran movimiento cultural y por eso ser músico lo favoreció e integró la banda de la empresa”, recuerda. A Jorge, el entorno artístico lo llevó a convertirse en actor. Su mamá fue directora de la escuela del lugar hasta que se jubiló. Era docente, casualmente igual que Estela.

El hecho de que Guido sea músico es algo que lo conmovió y que le impacta, no sólo porque su padre lo era sino porque también Puño tocaba la batería. Tenía, con amigos, una banda que se llamaba Nosotros. En el torbellino de llamados que tuvo en las últimas horas, Jorge recibió el de una vieja amiga que le contó que tenía guardada una foto de la fiesta de 15 de su prima, en la que Walmir y su grupo estaban tocando. El se la pidió, con la idea de poder dársela a Guido. A Jorge le quedaron pocas fotos de su hermano. Quemó muchas de las que tenía cuando los grupos de tareas irrumpieron en su casa. La otra pasión de su hermano era volar, era piloto civil.

Puño había ido a hacer el servicio militar a Sarmiento, entre Comodoro Rivadavia y Esquel. “Cuando volvió, empezó a militar en Montoneros. Mi papá le pedía que estudie y él se negaba. Primero se fue un tiempito a trabajar en las minas de Río Turbio, porque le habían dicho que había injusticias, y cuando volvió empezaron a apretarnos. Fue entonces que se fue con tres compañeros de militancia: Nardi, La Vieja Rampoldi y el Pato Galván. Fueron a Trelew y terminaron en La Plata. Nos mandaba cartas y se notaba que su compromiso era cada vez mayor y que su militancia se acrecentó cuando lo mataron a Rampoldi. En un momento empezó a enviar las cartas a nombre de otros. De toda mi familia, yo fui el que tuvo más contacto con él durante ese tiempo, pero fue cada vez más difícil. La última vez que habló con mi papá, le dijo ‘nos están escuchando, cuidate’”, relata.

–¿Usted llegó a enterarse de que estaba en pareja con Laura Carlotto?

–Supe después que estaba en pareja, por un compañero de él a quien vi en un encuentro de teatro en Trelew. Me contó que ella tenía pelo negro y era de su misma estatura. Nosotros somos bajitos. Pero la última vez que lo vi no me dijo nada, no me habló de Laura. Me había contactado un amigo y fui a verlo a La Plata. No sé bien qué fecha era, pero recuerdo que fue dos o tres días después de un partido de fútbol amistoso entre Argentina y Hungría en el que jugó Diego Maradona.

–¿Cómo fue ese encuentro?

–Fue en la calle, en la puerta de un edificio. Hablamos un rato de la familia. Me preguntó si yo estaba con miedo y yo le decía que sí. Tengo la imagen de Puño yéndose de ahí en bicicleta. Después de eso no nos vimos más. Eso habrá sido entre 1976 y 1977.

Jorge habla entre sollozos. Cuando empezó a pasar el tiempo sin noticias, su mamá dijo que ya no podía soñar con él y fue el momento de tomar conciencia de su desaparición. Jorge lo buscó en soledad, viajando. Fue a Córdoba, Santa Fe, La Plata y hasta Misiones. Se aferraba a datos que escuchaba o leía, pero conocía a pocas personas cercanas a él. En democracia se acercó a la Conadep y “después, cuando la gente empezó a contar más” alguien se acercó a su familia en un acto en homenaje y dijo que Walmir se había enamorado y que su pareja estaba embarazada. La presentación en la Conadi permitió cruzar datos. El papá de Laura Carlotto, Guido, había hablado de Walmir y lo describió como un muchacho que venía del Sur, de pelo castaño y tez blanca.

Las hipótesis se entretejieron y una paciente expectativa se apoderó de la familia Montoya, que dio sus muestras de ADN. Jorge dice que guardó silencio “para preservar la investigación” y como había aprendido con su hermano. En 2009, los restos de Puño fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa con otro cuerpo. Se cree que también estuvo detenido en el centro clandestino La Cacha, igual que Laura. “Cuando nos dieron los restos fue una emoción tremenda; lo vi con tanta paz... decidimos cremarlos y esparcimos las cenizas con mis hijas, Sabrina y Melina, y con mi mamá, en un campo donde se crió ella, en Bahía Lángara, ahí en Santa Cruz”, describe. “La identificación del cuerpo nos ayudó a cerrar un ciclo. Encontrar, saber qué. A mi mamá le cambió la vida la certeza de que estaba el cuerpo, que ya no era un desaparecido y poder despedirse”, dice Jorge.

–¿Tenía todavía expectativa de que podía aparecer su sobrino?

–Nosotros siempre ejercitamos mucho la esperanza y la paciencia. Sabíamos que desde acá, desde tan lejos, no podíamos hacer nada, y decidimos confiar en la Conadi y en las Abuelas. Si no se nos iba la vida. Ellas, las Abuelas, siempre nos atendieron con amor.

La otra abuela

“Tengo preparado todo mi cariño, porque tengo ganas de abrazarlo, de tenerlo conmigo”, expresó Hortensia Ardura, la abuela paterna de Guido Montoya Carlotto, el nieto recuperado 114 y nieto también de Estela de Carlotto. Ardura señaló que el hallazgo de su nieto –en rigor, su acercamiento a hacerse el examen de ADN– es “una reparación para la Argentina y un derecho propio después de tantos años de sufrimiento”.

Hortensia Ardura es madre de Walmir Oscar Montoya, el militante que fue pareja de Laura Carlotto mientras ambos se encontraban en la clandestinidad durante la dictadura. Ella fue secuestrada y asesinada luego de dar a luz en el centro clandestino de detención La Cacha. Montoya también fue desaparecido y sus restos fueron identificados en 2009 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Su ADN fue el que permitió establecer la filiación de Guido Montoya Carlotto. Hortensia, así como la mayor parte de la familia de Montoya, reside en Caleta Olivia.

La abuela paterna de Guido tiene 90 años, un hijo llamado Jorge, dos nietas y un bisnieto. Fue maestra, al igual que la abuela materna de Guido, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

“Es una reparación para la Argentina, para nuestra patria que sufrió tanto con estos malditos militares. Que Dios me perdone, pero me han hecho sufrir tanto que no los puedo perdonar”, sostuvo la abuela paterna. Según relató, su hijo recibió anteayer la llamada de la titular de la Conadi, Claudia Carlotto, quien le confirmó que el nieto restituido número 114 era efectivamente hijo de Walmir Oscar, que nació en la localidad de Cañadón Seco, provincia de Santa Cruz, donde era conocido con el apodo de “Puñito”.

Hortensia confesó que recibió la noticia con “una alegría inmensa y un llanto incontenible” y que “no la esperaba” aunque sabía que su nieto existía. “No veo la hora de conocerlo, de tenerlo cerca, de abrazarlo y de saber que es mi nieto, es lo más querido, aunque sé que le va a llevar tiempo recomponer su historia”, indicó Hortensia. “Toda la familia está enloquecida con la llegada de este nieto, sé que algún día nos vamos a encontrar porque él va a querer conocer la historia de su padre”, afirmó.

La abuela paterna sostuvo que, al ver las fotos de su nieto, le pareció volver a ver a su hijo, porque “es el calco de su padre”. “Estoy muy emocionada, muy alegre, muy feliz de poder ver a mi nieto; es el calco de su padre, es igualito, igualito, no puede negar que es hijo de mi hijo, no puede negar que es mi nieto”, dijo.

Le consultaron cuándo pensaba que podría encontrarse finalmente con su nieto, para poder conocerlo. “Es un proceso muy largo que tiene que hacer él hasta que tenga su verdadera identidad, por lo que hay que tener paciencia y esperar”, señaló ella, con templanza. Hortensia consideró que “buscando los restos” de su hijo “fue que se pudo llegar a lo que se llegó”, por la recuperación de su nieto a partir del examen de ADN en comparación con el de su padre, que luego se complementó con exámenes comparativos con la familia paterna.